Sucedió hace un par de años. Trabajaba como administrativo en una empresa de transporte, con horario de lunes a viernes desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde, dejándome tiempo más que suficiente para lo que era mi hobbie por aquella época, el pool.
Nos juntábamos con los demás miembros de la oficina y solíamos jugar durante horas, solo por diversión. Con el tiempo adquirí más habilidad, en poco menos de medio año podía usar las bandas de la mesa a mi favor, tenía un buen punto de bola, un buen mazé también y era capaz de cargar la bola si la jugada lo requería, cosa que no cualquier jugador hace.
Un día viernes, después de salir del trabajo, fui invitado por Manuel, compañero de trabajo del área contable, a jugar pool a un local en el centro de Santiago. Claro que esta vez seria por algo más que solo divertirse. Me explicó que de vez en cuando apostaba algo de dinero para tener motivación extra, dijo que su compañero habitual de juego le había fallado esa noche y que hiciera el favor de jugar con él, no sería necesario que pusiera dinero alguno, la apuesta corría por su parte.
Llegamos al lugar a las diez de la noche aproximadamente, los contrincantes ya nos esperaban desde hace algunos minutos, jugando entre ellos para alivianar la espera. Visita parte, partió mi compañero, el juego estaba pactado a tres mesas, quien ganara dos de tres era el vencedor, no me atreví a preguntar cuánto dinero se estaba apostando, si la suma hubiese sido muy alta me habría puesto nervioso, así que decidí omitir esa dato.
Hay quienes no entienden nada de pool, bueno, el juego consiste en ir echando las bolas en orden correlativo del uno al quince en cualquiera de las esquinas, la dificultad consiste en que no puedes pegarle directamente a la bola de turno, sino que debes pegarle a una bola blanca que se usa para golpear las demás. Otra dificultad que se presenta de forma constante es que las otras bolas casi siempre tapan la bola de turno y no puedes pegarle a otra bola o le das puntos a tu contrincante, para esto se usan las barandas de la mesa, golpeando en ellas y dándole efecto a la bola blanca para pegarle a la bola que corresponde.
Mi estilo de juego siempre fue directo, lo mío no era ganar puntos buscando el error del contrario (se le llama “pillo” cuando no le das a la bola que toca o si la bola blanca va directo a una de los hoyos o buchacas) mi juego consistía en ganar puntos metiendo las bolas. La primera bola te da un punto, la segunda dos, y así sucesivamente hasta la quince. Esto hace un total de 120 puntos, por tanto, haciendo más de sesenta y sin sumar pillos a tu juego, ganas la mesa.
A medida que iban quedando menos bolas en la mesa podía dar golpes más directos y jugar de forma más holgada. Al cabo de unos quince minutos ya habíamos ganado la primera mesa con algo de facilidad y la segunda estaba en pleno desarrollo cuando entró al local una mujer algo bebida, desviando las miradas de todos los jugadores hacia ella.
Vestía con calzas de color celeste y una polera del mismo tono. Hacia algo de frío y me pareció extraño que fuera tan liviana de ropa. Se acercó hasta nuestra mesa y se sumó a los espectadores, que a esas alturas debían ser unas diez personas. Desde ese instante la cosa cambió, no pude desviar la mirada de ella, tenía un cuerpo que era un sueño, sus curvas generosas podían adivinarse debajo de su ropa, dueña de unos pechos turgentes del tamaño de un melón calameño, traía su largo cabello negro suelto y sonreía con facilidad, dejando ver una sonrisa que deslumbraba.
Comencé a cometer errores, torpezas de principiante, no podía dejar de mirar a aquella mujer. Mi amigo trataba de remediar la situación, pero me había convertido en un lastre, y la segunda mesa ya estaba perdida.
Dimos inicio a la tercera mesa y definitiva. Los espectadores habían aumentado de forma considerable, impidiendo el paso de nosotros mismos alrededor de la mesa en ocasiones. Yo aprovechaba cada vez que ponía tiza al taco para echar un vistazo a la morena, imaginándome como se vería en las posiciones del kamasutra. La miraba descaradamente y ella parecía disfrutarlo, porque se sonreía cada vez que yo lo hacía.
¿El juego? Pésimo, íbamos arriba en pillos por veinte y faltando poco más de ochenta puntos en bolas sobre la mesa, así como iban las cosas mi amigo terminaría perdiendo la apuesta. En eso pensaba, cuando sucedió algo inesperado, la chica había dado vuelta un jarro de cerveza sobre una mesa, salió el encargado del local, la tomó de un brazo y a empujones la sacó del recinto (y de mí vista también). Pensé en dejar la mesa así, a medias, si finalmente eran muy pocas las posibilidades de remontar dadas las circunstancias del juego, quedaban cinco bolas en juego y debíamos meter las cinco sin cometer errores si queríamos ganar. Además, una mujer así no se da en los árboles, tenía la intención de dar con ella e invitarla un café o alguna otra cosa, me contentaba con obtener su número de teléfono.
Pero mi código de nobleza fue más fuerte y me quedé a terminar lo que había comenzado, ahora sin distracciones. Media hora después esperábamos locomoción celebrando como habíamos dado vuelta una mesa que estaba perdida, analizando cada una de las jugadas. Subimos al bus y la vi, sentada en el fondo del bus peleando por mantenerse despierta, de verdad su grado de ebriedad era severo. Tomamos asiento y ella se levantó desde donde estaba para sentarse justo en frente de nosotros.
-Hola, me llamo María José ¿Les puedo hacer una pregunta?
-Claro – dije algo nervioso
-¿Ustedes son pareja verdad? Son gays
Las carcajadas de nosotros se escucharon hasta la china. Manuel, algo más canchero que yo, le siguió el juego en lugar de negar lo que ella afirmaba con tanta insistencia.
-¿Sabes? Me has caído bien, te invito un café y algo para entretener las tripas ¿Vamos los tres?- Propuso mi amigo
-Acepto algo para comer, pero el café lo cambio por cerveza - contestó ella
Para resumir un poco la historia, diré que llegamos a su casa como a la una y media de la mañana. Insistió en ello después de haber comido y bebido junto a nosotros, todo pagado por las ganancias de la partida. Vivía en un departamento pequeño, un dormitorio, living comedor, cocina americana y baño, para ella sola resultaba bastante cómodo. Tomamos asiento en la cama, mientras ella traía hielo para preparar el ron, creo que no está de más decir que hasta ese instante ella seguía pensando que éramos gays y pareja además, mi compañero y yo.
Sacó una caja de zapatos repleta de fotografías y mientras bebíamos nos relataba lo sola que se sentía, que vivir sola no era tan fantástico como había pensado, que extrañaba a su familia y dale con mostrar al sobrino, la madre, el tío, sus amigas, etc… masoquismo puro. Entre conversación, bromas y alcohol nos fuimos relajando, la situación era casi como si hubiésemos sido tres amigos de la infancia que no se reunían en mucho tiempo, eso hasta que a ella se le ocurrió hablar de su novio y del regalo que le tenia preparado para su cumpleaños.
-Quiero que me den su opinión ¿Les parece?- sin esperar respuesta se metió al baño con una caja envuelta en un papel celofán color rojo, nos quedamos sentados esperando, la verdad ya pasaban de las tres de la madrugada y tenia mas deseos de dormir que de ver regalos.
Salió del baño vestida con un baby-doll negro transparente, con encajes en la parte del escote y sin más que un diminuto calzón en la parte de abajo. Quedamos petrificados.
-Si no fueran gay, no se los mostraría. ¿Qué opinan? ¿Le gustará mi regalo?
-Te queda maravilloso ese atuendo y será mejor que te cambies de ropa porque no somos de palo, jajaja
-¿Les pasan cosas conmigo?- dijo, mientras se acercaba a nosotros, puso su cara muy cerca de la mía y preguntó si me gustaba su perfume. Desde que la vi. no había pensado en nada mas que poseerla, pero como se habían dado las cosas a esas alturas le había tomado cierto grado de cariño, tuve que levantarme e ir al baño para mojarme la cara y tomar control de la situación. Cuando Salí del baño habían apagado la luz y ambos dormían placidamente uno al lado del otro aparentemente, la cama era solo de plaza y media, así que decidí recostarme sobre la alfombra justo al lado de la cama, tomé un cojín como almohada y me cubrí con mi casaca.
Cuando ya el cansancio hacia efecto y el sueño empezaba a gobernarme, escuché sonidos de besos, la mano de María José me buscaba por debajo de la cama, me recosté a su lado frotándome contra su cuerpo, mientras ella besaba a Manuel. Su mano buscó ágilmente el cierre de mi pantalón y con movimientos precisos sacó mi pene para masturbarme, mientras yo sobaba su concha por sobre su calzón. Con el tiempo he llegado a convencerme que su fantasía era provocar a una pareja gay para sentirse aun más mujer de lo que era. Manuel se puso de rodillas frente a ella y con un solo tirón jaló de sus calzones, dejando la conchita descubierta.
Mi lengua recorría sus hermosos pechos cuando me pidió que prendiera la luz, cosa que hice inmediatamente, no quería para nada perderme el espectáculo de verla desnuda mientras fornicábamos. Cuando me sumé nuevamente a la sesión de caricias, Manuel estaba de rodillas a un costado de su cara, con el pene en la mano, ella lo tomo entre sus manos e inclinando el cuerpo un poco hacia delante comenzó a mamársela con una intensidad brutal. Me desnudé y recostado con mi cabeza entre sus piernas abiertas comencé a acariciar su clítoris con mi lengua, ella acariciaba a mi amigo y el frotaba sus pechos apretándolos con fuerza entre sus manos. Seguí estimulándola con la lengua mientras metía mi dedo medio en su cocha húmeda y palpitante, la reacción no se dejó esperar y su cuerpo vibraba con cada movimiento de mi dedo dentro de ella, acabó con mi dedo dentro, pude sentir el tibio líquido haciendo presión por salir.
Nos detuvimos un momento, ella prendió el equipo de música y puso un disco de Pablo milanés. Aun llevaba puesto el baby-doll y lo desfilaba para nosotros, que ansiosos la esperábamos obedientemente sentados sobre la cama invitándola a continuar con la orgía.
En medio de su baile la detuve, me puse de pie y levanté su baby-doll para dejarla completamente desnuda sin que ella hiciera nada por oponer resistencia, acto seguido la abracé por la cintura y delicadamente la recostamos entre ambos sobre la cama, cada uno de nosotros recostados también al lado de ella, la acariciábamos de pies a cabeza, mientras chapábamos Manuel su pecho izquierdo y yo el derecho.
-Quiero que me lo metan
-Pídelo por favor- contestó mi amigo
-Por favor, métemelo- repetía una y otra vez
El primero en penetrarla fui yo, mi amigo tenía la verga metida en su boca, sentado de piernas abiertas sobre su seno, ella estaba recostada de espaldas, con las piernas abiertas y yo la penetraba a gusto de rodillas frente a ella. Aún recuerdo lo apretada de su vagina, era exquisito sentir como mi pene entraba apretado en ese cuerpo jadeante y sudoroso. Producto de lo mucho que había deseado estar así con ella desde el momento que la viera, acabé antes de tiempo, entre temblores, sacando mi pene justo a tiempo para echar lo que ella llamó “leche” en su cara.
Ella se limpió con una almohada, empujo a Manuel contra la cama y se sentó sobre él. Decidí detenerme un momento, contemplar la escena mientras fumaba un cigarro para retomar mas fuerzas y seguir con el partuseo. El cigarro había acabado y ella seguía cabalgando, gritando y gimiendo, pidiendo mas, casi sofocada por tanto placer. Me sentía cansado y fui hasta el baño para tomar una refrescante ducha, al volver los encontré conversando, ella decía lo mucho que le gustábamos mientras el se entretenía acariciándole las piernas.
Me senté al borde de la cama, pensando en descansar un rato, pero María José tenia una idea distinta. Apuntado hacia mi pene lacio me preguntó con voz suave y dulce
-¿Puedo?
-Claro- contesté, sin saber que había pedido
Puso una mano en mis testículos, masajeándolos suavemente, con su boca hacia chupones a todo lo largo de mi pene, pasaba su lengua por mi glande y cuando lo tuvo lo suficientemente erecto se lo metió todo dentro de la boca. Estuvo así un par de minutos para después sentarse sobre mi, cara contra cara, mi pene completamente envuelto por su vagina y mientras se movía de arriba hacia abajo, con sus manos tomó sus glúteos para abrirlos y dejar en posición su ano, invitando a mi amigo que la penetrara por detrás. Manuel no se hizo de rogar y le dio en el gusto.
Aunque incómoda la posición, tanto por el roce que se generaba entre nosotros dos (cosa un tanto desagradable para alguien que es hétero), como por la postura que debíamos tomar para lograr la doble penetración, debo reconocer que me encantó poder observar de cerca como esa hermosa mujer lograba el orgasmo mas intenso que he presenciado en mi vida. Se retorcía de placer a cada penetración de ambos, gritando, pidiendo ayuda, sofocada, casi sin poder respirar. Acabé dentro de ella casi al mismo tiempo en que a ella también lo hacia. Manuel acabo fuera, masturbándose con fuerza y expulsando todo su semen dentro de la boca de María José.
Pablo Milanés ya había hecho silencio hace mucho, el sol decía presente ya y nosotros, cansados, nos recostamos abrazados, ella al medio, dejándonos llevar por los brazos de Morfeo.
Debían ser las 12 del día cuando desperté, los muchachos se echaban una mañanera, me levanté, fui a darme una ducha, tomé mis ropas y mientras me vestía mi amigo hizo lo mismo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me di cuenta que María José lloraba cubierta por una frazada, me acerque y le di un beso en la frente, ella me empujo con fuerza, acusándome de que la habíamos violado. No pude contener la risa y mientras mi amigo terminaba de darse su baño, relaté para ella todo lo que había hecho y que si alguien había sido violado aquella noche, esos éramos nosotros. Curiosa como toda mujer, preguntaba los detalles de cada una de las cosas que había hecho, entre risitas tímidas.
Mi amigo salió de la ducha y nos despedimos, sabía bien que no la volvería a ver.
Ha pasado algo de tiempo y aunque ya no trabajo con Manuel en la misma empresa, mantenemos el contacto por otros medios. Cada vez que hablamos le pregunto ¿Cuándo vamos a jugar una mesita de pool?