AMOROFOBICO

domingo, 23 de enero de 2011

MARIA JOSE

Sucedió hace un par de años. Trabajaba como administrativo en una empresa de transporte, con horario de lunes a viernes desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde, dejándome tiempo más que suficiente para lo que era mi hobbie por aquella época, el pool.
Nos juntábamos con los demás miembros de la oficina y solíamos jugar durante horas, solo por diversión. Con el tiempo adquirí más habilidad, en poco menos de medio año podía usar las bandas de la mesa a mi favor, tenía un buen punto de bola, un buen mazé también  y era capaz de cargar la bola si la jugada lo requería, cosa que no cualquier jugador hace.
Un día viernes, después de salir del trabajo, fui invitado por Manuel, compañero de trabajo del área contable, a jugar pool a un local en el centro de Santiago. Claro que esta vez seria por algo más que solo divertirse. Me explicó que de vez en cuando apostaba algo de dinero para tener motivación extra, dijo que su compañero habitual de juego le había fallado esa noche y que hiciera el favor de jugar con él, no sería necesario que pusiera dinero alguno, la apuesta corría por  su parte.
Llegamos al lugar a las diez de la noche aproximadamente, los contrincantes ya nos esperaban desde hace algunos minutos, jugando entre ellos para alivianar la espera. Visita parte, partió mi compañero, el juego estaba pactado a tres mesas, quien ganara dos de tres era el vencedor, no me atreví a preguntar cuánto dinero se estaba apostando, si la suma hubiese sido muy alta me habría puesto nervioso, así que decidí omitir esa dato.
Hay quienes no entienden nada de pool, bueno, el juego consiste en ir echando las bolas en orden correlativo del uno al quince en cualquiera de las esquinas, la dificultad consiste en que no puedes pegarle directamente a la bola de turno, sino que debes pegarle a una bola blanca que se usa para golpear las demás.  Otra dificultad que se presenta de forma constante es que las otras bolas casi siempre tapan la bola de turno y no puedes pegarle a otra bola o le das puntos a tu contrincante, para esto se usan las barandas de la mesa, golpeando en ellas y dándole efecto a la bola blanca para pegarle a la bola que corresponde.
Mi estilo de juego siempre fue directo, lo mío no era ganar puntos buscando el error del contrario (se le llama “pillo” cuando no le das a la bola que toca o si la bola blanca va directo a una de los hoyos o buchacas) mi juego consistía en ganar puntos metiendo las bolas. La primera bola te da un punto, la segunda dos, y así sucesivamente hasta la quince. Esto hace un total de 120 puntos, por tanto, haciendo más de sesenta y sin sumar pillos a tu juego, ganas la mesa.
A medida que iban quedando menos bolas en la mesa podía dar golpes más directos y jugar de forma más holgada. Al cabo de unos quince minutos ya habíamos ganado la primera mesa con algo de facilidad y la segunda estaba en pleno desarrollo cuando entró al local una mujer algo bebida, desviando las miradas de todos los jugadores hacia ella.

Vestía con calzas de color celeste y una polera del mismo tono. Hacia algo de frío y me pareció extraño que fuera tan liviana de ropa. Se acercó hasta nuestra mesa y se sumó a los espectadores, que a esas alturas debían ser unas diez personas. Desde ese instante la cosa cambió, no pude desviar la mirada de ella, tenía un cuerpo que era un sueño, sus curvas generosas podían adivinarse debajo de su ropa, dueña de unos pechos turgentes del tamaño de un melón calameño, traía su largo cabello negro suelto y sonreía con facilidad, dejando ver una sonrisa que deslumbraba.
 Comencé a cometer errores, torpezas de principiante, no podía dejar de mirar a aquella mujer. Mi amigo trataba de remediar la situación, pero me había convertido en un lastre, y la segunda mesa ya estaba perdida.
Dimos inicio a la tercera mesa y definitiva. Los espectadores habían aumentado de forma considerable, impidiendo el paso de nosotros mismos alrededor de la mesa en ocasiones. Yo aprovechaba cada vez que ponía tiza al taco para echar un vistazo a la morena, imaginándome como se vería en las posiciones del kamasutra. La miraba descaradamente y ella parecía disfrutarlo, porque se sonreía cada vez que yo lo hacía.
¿El juego? Pésimo, íbamos arriba en pillos por veinte y faltando poco más de ochenta puntos en bolas sobre la mesa, así como iban las cosas mi amigo terminaría perdiendo la apuesta. En eso pensaba, cuando sucedió algo inesperado, la chica había dado vuelta un jarro de cerveza sobre una mesa, salió el encargado del local, la tomó de un brazo y a empujones la sacó del recinto (y de mí vista también). Pensé en dejar la mesa así, a medias, si finalmente eran muy pocas las posibilidades de remontar dadas las circunstancias del juego, quedaban cinco bolas en juego y debíamos meter las cinco sin cometer errores si queríamos ganar. Además, una mujer así no se da en los árboles, tenía la intención de dar con ella e invitarla un café o alguna otra cosa, me contentaba con obtener su número de teléfono.
Pero mi código de nobleza fue más fuerte y me quedé a terminar lo que había comenzado, ahora sin distracciones. Media hora después esperábamos locomoción celebrando como habíamos dado vuelta una mesa que estaba perdida, analizando cada una de las jugadas. Subimos al bus y la vi, sentada en el fondo del bus peleando por mantenerse despierta, de verdad su grado de ebriedad era severo. Tomamos asiento y ella se levantó desde donde estaba para sentarse justo en frente de nosotros.
-Hola, me llamo María José ¿Les puedo hacer una pregunta?
-Claro – dije algo nervioso
-¿Ustedes son pareja verdad? Son gays
Las carcajadas de nosotros se escucharon hasta la china. Manuel, algo más canchero que yo, le siguió el juego en lugar de negar lo que ella afirmaba con tanta insistencia.
-¿Sabes? Me has caído bien, te invito un café y algo para entretener las tripas ¿Vamos los tres?- Propuso mi amigo
-Acepto algo para comer, pero el café lo cambio por cerveza - contestó ella
Para resumir un poco la historia, diré que llegamos a su casa como a la una y media de la mañana. Insistió en ello después de haber comido y bebido junto a nosotros, todo pagado por las ganancias de la partida. Vivía en un departamento pequeño, un dormitorio, living comedor, cocina americana y baño, para ella sola resultaba bastante cómodo. Tomamos asiento en la cama, mientras ella traía hielo para preparar el ron, creo que no está de más decir que hasta ese instante ella seguía pensando que éramos gays y pareja además, mi compañero y yo.
Sacó una caja de zapatos repleta de fotografías y mientras bebíamos nos relataba lo sola que se sentía, que vivir sola no era tan fantástico como había pensado, que extrañaba a su familia y dale  con mostrar al sobrino, la madre, el tío, sus amigas, etc… masoquismo puro. Entre conversación, bromas y alcohol nos fuimos relajando, la situación era casi como si hubiésemos sido tres amigos de la infancia que no se reunían en mucho tiempo, eso hasta que a ella se le ocurrió hablar de su novio y del regalo que le tenia preparado para su cumpleaños.
-Quiero que me den su opinión ¿Les parece?- sin esperar respuesta se metió al baño con una caja envuelta en un papel celofán color rojo, nos quedamos sentados esperando, la verdad ya pasaban de las tres de la madrugada y tenia mas deseos de dormir que de ver regalos.
Salió del baño vestida con un baby-doll negro transparente, con encajes en la parte del escote y sin más que un diminuto calzón en la parte de abajo. Quedamos petrificados.
-Si no fueran gay, no se los mostraría. ¿Qué opinan? ¿Le gustará mi regalo?
-Te queda maravilloso ese atuendo y será mejor que te cambies de ropa porque no somos de palo, jajaja
-¿Les pasan cosas conmigo?- dijo, mientras se acercaba a nosotros, puso su cara muy cerca de la mía y preguntó si me gustaba su perfume. Desde que la vi. no había pensado en nada mas que poseerla, pero como se habían dado las cosas a esas alturas le había tomado cierto grado de cariño, tuve que levantarme e ir al baño para mojarme la cara y tomar control de la situación. Cuando Salí del baño habían apagado la luz y ambos dormían placidamente uno al lado del otro aparentemente, la cama era solo de plaza y media, así que decidí recostarme sobre la alfombra justo al lado de la cama, tomé un cojín como almohada y me cubrí con mi casaca.
Cuando ya el cansancio hacia efecto y el sueño empezaba a gobernarme, escuché sonidos de besos, la mano de María José me buscaba por debajo de la cama, me recosté a su lado frotándome contra su cuerpo, mientras ella besaba a Manuel. Su mano buscó ágilmente el cierre de mi pantalón y con movimientos precisos sacó mi pene para masturbarme, mientras yo sobaba su concha por sobre su calzón. Con el tiempo he llegado a convencerme que su fantasía era provocar a una pareja gay para sentirse aun más mujer de lo que era. Manuel se puso de rodillas frente a ella y con un solo tirón jaló de sus calzones, dejando la conchita descubierta.
Mi lengua recorría sus hermosos pechos cuando me pidió que prendiera la luz, cosa que hice inmediatamente, no quería para nada perderme el espectáculo de verla desnuda mientras fornicábamos.  Cuando me sumé nuevamente a la sesión de caricias, Manuel estaba de rodillas a un costado de su cara, con el pene en la mano, ella lo tomo entre sus manos e inclinando el cuerpo un poco hacia delante comenzó a mamársela con una intensidad brutal. Me desnudé y recostado con mi cabeza entre sus piernas abiertas comencé a acariciar su clítoris con mi lengua, ella acariciaba a mi amigo y el frotaba sus pechos apretándolos con fuerza entre sus manos.  Seguí estimulándola con la lengua mientras metía mi dedo medio en su cocha húmeda y palpitante, la reacción no se dejó esperar y su cuerpo vibraba con cada movimiento de mi dedo dentro de ella, acabó con mi dedo dentro, pude sentir el tibio líquido haciendo presión por salir.
Nos detuvimos un momento, ella prendió el equipo de música y puso un disco de Pablo milanés. Aun llevaba puesto el baby-doll y lo desfilaba para nosotros, que ansiosos la esperábamos obedientemente sentados sobre la cama invitándola a continuar con la orgía.
En medio de su baile la detuve, me puse de pie y levanté su baby-doll para dejarla completamente desnuda sin que ella hiciera nada por oponer resistencia, acto seguido la abracé por la cintura y delicadamente la recostamos entre ambos sobre la cama, cada uno de nosotros recostados también al lado de ella, la acariciábamos de pies a cabeza, mientras chapábamos Manuel su pecho izquierdo y yo el derecho.
-Quiero que me lo metan
-Pídelo por favor- contestó mi amigo
-Por favor, métemelo- repetía una y otra vez
El primero en penetrarla fui yo, mi amigo tenía la verga metida en su boca, sentado de piernas abiertas sobre su seno, ella estaba recostada de espaldas, con las piernas abiertas y yo la penetraba a gusto de rodillas frente a ella. Aún recuerdo lo apretada de su vagina, era exquisito sentir como mi pene entraba apretado en ese cuerpo jadeante y sudoroso. Producto de lo mucho que había deseado estar así con ella desde el momento que la viera, acabé antes de tiempo, entre temblores, sacando mi pene justo a tiempo para echar lo que ella llamó “leche” en su cara.
Ella se limpió con una almohada, empujo a Manuel contra la cama y se sentó sobre él. Decidí detenerme un momento, contemplar la escena mientras fumaba un cigarro para retomar mas fuerzas y seguir con el partuseo. El cigarro había acabado y ella seguía cabalgando, gritando y gimiendo, pidiendo mas, casi sofocada por tanto placer. Me sentía cansado y fui hasta el baño para tomar una refrescante ducha, al volver los encontré conversando, ella decía lo mucho que le gustábamos mientras el se entretenía acariciándole las piernas.
Me senté al borde de la cama, pensando en descansar un rato, pero María José tenia una idea distinta. Apuntado hacia mi pene lacio me preguntó con voz suave y dulce
-¿Puedo?
-Claro- contesté, sin saber que había pedido
Puso una mano en mis testículos, masajeándolos suavemente, con su boca hacia chupones a todo lo largo de mi pene, pasaba su lengua por mi glande y cuando lo tuvo lo suficientemente erecto se lo metió todo dentro de la boca. Estuvo así un par de minutos para después sentarse sobre mi, cara contra cara, mi pene completamente envuelto por su vagina y mientras se movía de arriba hacia abajo, con sus manos tomó sus glúteos para abrirlos y dejar en posición su ano, invitando a mi amigo que la penetrara por detrás. Manuel no se hizo de rogar y le dio en el gusto.
Aunque incómoda la posición, tanto por el roce que se generaba entre nosotros dos (cosa un tanto desagradable para alguien que es hétero), como por la postura que debíamos tomar para lograr la doble penetración,  debo reconocer que me encantó poder observar de cerca como esa hermosa mujer lograba el orgasmo mas intenso que he presenciado en mi vida. Se retorcía de placer a cada penetración de ambos, gritando, pidiendo ayuda, sofocada, casi sin poder respirar. Acabé dentro de ella casi al mismo tiempo en que a ella también lo hacia. Manuel acabo fuera, masturbándose con fuerza y expulsando todo su semen dentro de la boca de María José.
Pablo  Milanés ya había hecho silencio hace mucho, el sol decía presente ya y nosotros, cansados, nos recostamos abrazados, ella al medio, dejándonos llevar por los brazos de Morfeo.
Debían ser las 12 del día cuando desperté, los muchachos se echaban una mañanera, me levanté, fui a darme una ducha, tomé mis ropas y mientras me vestía mi amigo hizo lo mismo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me di cuenta que María José lloraba cubierta por una frazada, me acerque y le di un beso en la frente, ella me empujo con fuerza, acusándome de que la habíamos violado. No pude contener la risa y mientras mi amigo terminaba de darse su baño, relaté para ella todo lo que había hecho y que si alguien había sido violado aquella noche, esos éramos nosotros. Curiosa como toda mujer, preguntaba los detalles de cada una de las cosas que había hecho, entre risitas tímidas.
Mi amigo salió de la ducha y nos despedimos, sabía bien que no la volvería a ver.
Ha pasado algo de tiempo y aunque ya no trabajo con Manuel en la misma empresa, mantenemos el contacto por otros medios. Cada vez que hablamos le pregunto ¿Cuándo vamos a jugar una mesita de pool?

domingo, 16 de enero de 2011

PILAR

Fue para el funeral de mi tío, tuve que asistir en nombre de mi viejo, disculpando su ausencia, obligado por motivos laborales y como era el único de la familia que estaba cercano a la ciudad no tuve más remedio que asistir, aun siendo un poco reacio a los rituales funerarios.
Ahí estaba mi tío, tieso en su ataúd de madera y aunque solo fue uno de los buenos amigos de mi padre, siempre lo ví como otro integrante más de mi familia. Estuve de pie junto al féretro por unos instantes hasta que una voz  femenina me sacó de esa especie de trance, Pilar estaba a mi lado, vestida de negro. Aunque había pasado mucho tiempo desde que la viera por última vez, ella no había cambiado casi nada, sus hermosos ojos verdes-esmeralda seguían siendo tan cautivadores como siempre, su larga y castaña cabellera de princesa de cuento, su cuerpo de modelo de pasarela. Nos quedamos mirándonos, observándonos, examinándonos uno al otro, hasta que ella rompió el silencio.
-Hola Francisco, gracias por venir.
-No tienes nada que agradecer Pilar. ¿Cómo estás?
-Ya más tranquila, tengo que ser fuerte, por mi hermana y por mi madre
-Claro, tienes que ser fuerte-dije, mientras recordaba a su hermana, Andrea, de quien siempre estuve enamorado. Recordaba las vacaciones de verano y los paseos a la casa del campo donde se juntaba casi toda la familia. Los juegos de adolescencia también los recordaba con mucha nitidez.
 ¿Cómo olvidar el juego de la mora? Este juego lo realizábamos siempre que íbamos a bañarnos las calurosas tardes de verano en el tranque.  Consistía en poner una mora sobre los labios de un varón participante del juego y una de las participantes mujeres debía comer la mora sentándose de piernas abiertas sobre el hombre y frotándose contra él durante el proceso. La regla era que el hombre no debía mover músculo alguno de su cuerpo desde el cuello hacia abajo. Si la chica era de gusto del hombre sucedía que abría la boca y la mora que antes había que estaba sobre los labios, ahora debía buscarse dentro de la boca. Fue durante estos eróticos juegos donde di mi primer beso a una mujer, también fue donde tuve mi primera erección, imposible no recordar esos momentos.
Pilar  siempre fue una de las más requeridas siempre y ¿Cómo no?  Si era hermosa y además la creadora del juego de la mora.
-¿Dónde está mi tía? Quiero darle el pésame, a ella y tu hermana.
-Vamos, yo te llevo, están en la cocina descansando un poco.
Llegamos a la cocina, mi tía se veía realmente mal, tanto que al verla Pilar, inmediatamente le dijo que lo mejor era llevarla a casa para que descansara y así al día siguiente poder ir al cementerio, que la vigilia podían realizarla ella y Andrea.
-Panchito! ¿Y tu papá, donde está él?
-Vine solo tía, el no pudo asistir. Pero estará mañana en el cementerio
-Gracias por venir, debes estar cansado, es un largo viaje el que has hecho. Ya pues niñas, sírvanle un café a su primo.
-No tía, no es necesario. Me serví un completo y un café en el terminal al bajar del bus.-le dije- ¿Por qué no le hace caso a la Pilar y va a casa a descansar? Yo me quedo ayudándoles en todo lo que haga falta a las chiquillas.
-Bueno, está bien
-Entonces que la Andrea te acompañe yo me iré más tarde en un radiotaxi cuando cierren la capilla-dijo Pilar, pasándole las llaves del que supuse seria su auto.
-No mi amor, como se te ocurre que maneje la Andrea, si está tan cansada
-Entonces manejo yo tía, voy a dejarlas a casa y vuelvo por la Pilar después, para mí no es problema.- me ofrecí
-Gracias Panchito, bueno, nos vamos Pilar, cualquier cosa me llamas al celular
Nos subimos los tres al vehículo, saludé a Andrea que estaba medio dormida aun, y nos fuimos a la casa de mi tía. Llegamos en menos de quince minutos. Andrea se acostó inmediatamente y mi tía lo hizo después de tomarnos un café, mientras la ponía al día del rumbo que había tomado y las cosas a las que me dedicaba.
De vuelta en la capilla busqué a Pilar, la encontré en el patio fumando un cigarro y conversando con un grupo de amigas.  Las horas pasaron  entre saludos y condolencias casi sin darnos cuenta. La capilla cerraba a las tres de la mañana, Subimos al auto con rumbo a su casa.
-Te quedarás en casa esta noche, no acepto un no como respuesta- Insistió Pilar
-Está bien, me quedo en tu casa. Gracias.
Entramos cuidando de no despertar a nadie. Ella me indico cual era su pieza.
-Iré al baño a darme una ducha, entra y ponte cómodo.
Su pieza era toda rosada, mas parecía una casa de muñecas Barbie que el dormitorio de una chica universitaria. Amante de los animales, tenía una colección de pequeños animalitos de plástico que colgaban del techo sujeto por hilos de pescar. Me recosté sobre la cama, me saque el chaleco y los zapatos, tomé una de las almohadas y apoye mi cabeza en ella.
Estaba casi a punto de dormirme cuando ella llegó, llevaba puesta una bata rosada y pantuflas del mismo color.
-¿No pensarás dormir así? Quítate esa ropa, no será la primera vez que vea a un hombre en ropa interior- dijo, riéndose  de lo pudoroso que soy mientras se quitaba la bata para quedar solo en calzones. (Creo que no es necesario decir el color, pero por las dudas, eran también color rosa)
Me senté al borde de la cama y me quite la camisa, ella me miraba sonriendo, me quité luego los calcetines y después bajé mis pantalones y los saqué de un solo movimiento mientras ella no quitaba sus ojos de encima.
-Bueno, ¿Qué lado de la cama me toca?- pregunté algo nervioso por verla así, tan suelta de cuerpo, casi desnuda a mi lado.
-Tonto ¿Realmente quieres dormir?- y mientras digería sus palabras ella ya estaba abrazada a mi, recorriendo a besos la distancia entre mi cuello y mis labios.
Nos tumbamos sobre la cama y seguimos besándonos, mientras nos acariciábamos deliciosamente. Todo su cuerpo era suave, eso era un sueño. Había fantaseado por años en mi adolescencia con su blanca piel mientras me masturbaba y ahora la tenía frente a mí, para mi deleite. Ella acariciaba mi espalda mientras yo me entretenía besando y acariciando sus hermosas tetas con ambas manos.
-Pilar, ¿Qué pasa si nos escuchan?-
-Tienes razón- Se puso de pie y cerro la puerta con cerrojo- ¿Conoces la depilación brasileña?-Preguntó muy coquetamente
-No se de que hablas
Yo estaba recostado de espaldas, ella se puso de pie frente a mí y se bajó su calzoncito lentamente. Tenía la vagina sin un solo bello, no había nada de pelo en su pubis, esa debía ser la depilación de la que hablaba.
Me puse de rodillas frente a ella, quería ver más de cerca su vagina. Me miraba desde lo alto con una sonrisa media orgásmica, entre caliente y coqueta. Sumergí mi lengua en su conchita, medio húmeda ya por la sesión de besos y manoseo que nos diéramos previamente. Apoyó sus manos sobre mi cabeza y tiraba de mi pelo a cada presión de mi lengua. Su respiración era entrecortada, daba la impresión de estar jadeando. La abracé por la cintura y suavemente la recosté de espaldas sobre la cama, presioné con una de mis manos sobre su pubis para provocar que saliera un poco más su clítoris, mientras con la otra mano la penetraba utilizando uno de mis dedos y mi lengua iba y venia sobre su pequeño botoncito de placer.
Ella me detuvo, tomó mi cara entre sus manos y se sentó para darme un sabroso beso, nuestras lenguas se entretenían buscándose acaloradamente mientras yo recordaba el juego de la mora y cuantas veces se había negado a buscarla dentro de mi boca. Me puse de pie frente a ella y posé mi pene sobre sus labios, era una experta, partió pasando su lengua desde la base del pene hasta el glande, mientras con una mano acariciaba mis testículos, metió todo mi pene en su boca y comenzó a mover su cabeza de atrás hacia delante de manera que saliera y entrara frenéticamente.
Habría acabado dentro de ella de no haberla detenido, me senté sobre la cama con las piernas a lo largo, ella se sentó sobre mí y la penetración fue completa. Saltaba como poseída, en busca del orgasmo.

-Soy una puta, dime que soy una puta- Me decía al oído sin dejar de cabalgar
-Si Pilar, eres mi puta caliente- contestaba yo, mas por complacerla que por morbo propio
-Dime que te gusta metérmela, que soy una perra y que te gusta culearme
-Eres una perra Pilar, una puta perra y me encanta culearte
Estuvimos en esa posición lo suficiente para que ella alcanzara el orgasmo. A esas alturas poco importaba que nos pillarán o su mamá o su hermana. Creo que la idea de ser sorprendida haciéndolo conmigo en su cuarto la excitaba aun más.
La puse en cuatro, ella levantó levemente la cola para poder penetrarla con mayor facilidad. Comencé con movimientos suaves, pero ella no lo quería así, dueña de la situación desde el principio, comenzó a moverse con fuerza, de delante hacia atrás una y otra vez, entre quejidos e insultos, pedía mas, y mas
-Dime cuando estés a punto de acabar, quiero comértelo todo- ordenó, mientras seguía montándola como la yegua que era.  Ambos estábamos sudados y jadeando de tanta excitación.
-Ahora Pilar, ahora
Tomó mi pene con una mano, y mientras lo frotaba con fuerza acabé en su boca. Sonriéndome, no dejo que ni una sola gota de semen se desperdiciara.  
Me recosté, agotado. Ella hizo lo mismo y amanecimos abrazados.
Al día siguiente en el cementerio, nuestras cómplices miradas se cruzaron durante el discurso del cura. Pilar se veía menos triste que el día anterior, una leve sonrisa la delataba y probablemente si alguien se hubiese fijado en mi, también podría de haber advertido algún gesto similar en la mía.

domingo, 9 de enero de 2011

IVONE

Lo teníamos todo planificado, nada debía fallar y así sucedió, tal como lo habíamos dispuesto. Ella simularía pedir una pizza llamando a mi celular, a modo de señal, yo esperaría cerca de su casa, con una pizza recién comprada, le entrego la pizza, ella me paga y en vez de salir de su casa me ocultaría en el jardín de su casa hasta que salieran sus padres. Hasta lo del perro estaba en el plan, ella debía dejarlo amarrado en su pieza para que no me fuera a delatar con sus ladridos.
Toque el timbre, abrió su madre, abrió la puerta, entregue la pizza, pago con un cheque, ella salió en el intertanto, llamo a su perro y jugando con el entró nuevamente a la casa.
Di una vuelta a la manzana,  prendí un cigarro, la ansiedad me estaba volviendo loco. Cuando estuve de nuevo frente a su casa abrí el portón, entré agachado, ocultándome entre las ligustrinas hasta llegar a la ventana de su dormitorio, la empujé despacio y de un salto me encontraba en medio de su habitación, era tal cual como la había imaginado. En un muro una repisa donde guardaba la colección de peluches de que me había hablado, entre ellos los que yo mismo le di durante los meses de pololeo que llevábamos, también tenía enmarcado el dibujo que le hiciera la primera vez que nos juntamos en la biblioteca.
Tomé mi celular y le mandé un mensaje, todo había salido a pedir de boca hasta este punto.
Ella entró con una bandeja en sus manos, llevaba un trozo de pizza y bebida, la puso sobre el escritorio, prendió el computador y el equipo de música, puso seguro a la puerta y se sentó a mi lado sobre la cama.
Aún no se había mudado de ropa, llevaba puesto su uniforme, una polera blanca con líneas azules y la insignia de su liceo bordada en colores azul y amarillo, pantalones de color azul marino y zapatillas negras. Llevaba su cabello suelto y una gran sonrisa en la cara.
La abracé por la cintura, acercándola hasta apretarla contra mi cuerpo suavemente mientras nos besábamos
-Mi mamá va de salida y no volverá hasta pasadas las once de la noche
-¿Y tú papá?
-El quedo de juntarse con mi mamá y no volverán hasta muy tarde
-¿Estamos solos ahora?-pregunté
-Si tontito, ahora espérame un poquito, tengo que cerrar el portón y dejar salir al perro
-Bueno mi amor pero no demores mucho
Aproveché de quitarme el chaleco de la pizzería que me había prestado un amigo para el plan. Busqué entre su colección de cds y puse uno de soda stereo, cuando ella regresó sonaba la canción “entre caníbales”, se sentó a mi lado, y comenzamos a acariciarnos y besarnos

-Mi amor, ¿Estas segura de que quieres hacerlo?
-Tonto, claro que estoy segura
-Te amo cosita
-Yo también a ti
Le pedí que levantara los brazos y le quité la polera sin apuros, aunque estaba ansioso, el deseo de que todo fuera especial para ella predominaba. Su piel era suave y muy blanca, ella desabotonó su sostén y quedaron a la vista esas maravillas que eran sus senos, comencé a besarlos y acariciarlos con una mano mientras con la otra  desabrochaba su pantalón. Ella se entretenía acariciándome el pene por sobre mis jeans.  Nos tendimos sobre la cama, sin dejar de acariciarnos ambos, su respiración sonaba a cada minuto más agitada, a esas alturas ella solo llevaba puesto unas pequeñas pantaletas blancas, entonces me pare frente a ella sobre la cama y me desnudé, fuera camisa, zapatillas, jeans y bóxer. Ella solo miraba y me sonreía a cada prenda quitada.
La besé en el cuello y puse mi mano sobre su vagina, podía sentir por encima de esa pantaleta como es que palpitaba, húmeda y lista para mí. Ella se entretenía con mi pene, acariciándolo con una de sus manos
Baje desde su cuello hasta sus senos, pequeños y perfectos, con unos pezones suaves y rosados, que a cada caricia se tornaban más rígidos. Con cada caricia que mi lengua hacia a sus pezones su respiración aumentaba. Su mano seguía acariciándome el miembro y la mía ya tenía su concha tan húmeda que las pantaletas se habían pasado por encima. Seguí bajando con mi lengua hasta llegar a su ombligo, donde me detuve haciendo círculos a su alrededor mientras quitaba su ropa interior para dejarla completamente desnuda.
La abrí de piernas con suavidad y comencé a estimular su clítoris subiendo y bajando mi lengua, ella me detuvo entonces
-Amor, me da un poco de asco eso que estás haciendo
-Bueno mi vida- le dije- y continué estimulándola pero esta vez con mi propio pene. Me puse  de rodillas frente a ella y lo frotaba por sobre su vagina sin penetrarla, con movimientos lentos pero constantes.
-¿Estas lista mi amor?
_Si, métemela- me dijo de forma tan despacio que parecía una súplica
Tomé mi pene con la mano derecha y metí poco más de la cabeza, ella tenía los ojos cerrados y sus manos apretaban las frazadas de la cama con fuerza.
-¿Ya lo metiste mi amor?
-Aún no ¿Te duele?
-Un poquito
Puse ambas manos sobre las suyas y empujé con fuerza, la penetración fue total, ella comenzó a quejarse y gemía a cada embestida que le daba
-Ay amor, oh por dios, más suave por favor-Me decía, pero a esas alturas yo ya estaba hecho un animal. Solté sus manos  y tome sus piernas, las puse sobre mis hombros y comencé a sacarlo y meterlo con fuerza y muy rápido, sus quejidos y suplicas se convirtieron en insultos y recriminaciones
-Para, para, detente por favor!! Me duele, animal- Me gritaba entre quejidos y casi sin poder respirar, su cuerpo vibraba desde los pies hasta su último cabello
Puse mis manos sobre sus pechos y apretándolos con fuerza aumenté el intervalo de las penetraciones. Había dejado de importarme que fuera su primera vez y ya no pude detenerme, todas sus súplicas y quejas eran inservibles, convertido en una bestia lo único que lograba era estimularme aún más
-Aaaaa, animal! Suéltame, déjame!
-No,  dime que me amas Ivone, que soy el amor de tu vida! Dímelo!
-No, no, no, me haces daño imbécil.
Trataba de zafarse, pero mantuve presionado mi cuerpo contra el suyo sin permitírselo.
Justo antes de eyacular, entre temblores y espasmos de ambos, lo saqué y le eche todo el semen sobre su guatita.
Quise besarla pero no me dejó, recién en ese momento me di cuenta de que lloraba
-Ándate weon! No te quiero ver nunca más.
-Como quieras- Me vestí lo más rápido que pude y salí por la ventana, tuve que saltar el portón para poder salir de la casa.
Los días siguientes la llamé muchas veces, pero ella jamás contestaba mis llamadas, decidí dejarlo así. Nunca más supe de ella, hasta ayer, que me la presentaron en un carrete como la polola de mi cuñado, se veía aún más hermosa de lo que la recordaba. En medio de la fiesta se sentó a mi lado y escribió en una servilleta su número celular y más abajo con letras bien grandes.
QUIERO PIZZA!