AMOROFOBICO

lunes, 27 de junio de 2011

FRANCISCA

-¡Estoy cansada de todo esto, me iré mañana mismo donde mi abuela!
-¡Pues bien, si ella te aguanta, vete. Porque lo que es yo, no te aguanto un segundo más en esta casa!
-Si mi papa estuviera ahora………….
-¡No metas a tu padre en esto, que él no tiene la culpa de haber tenido una hija malcriada como tú! Alcanzó a decir María antes de echarse a llorar sobre el sofá
Francisca, furiosa, se encerró en su cuarto dando gritos y maldiciendo al mundo por tener una vida como la que tenía. Las discusiones con su madre ya eran rutinarias de un tiempo a la fecha, desde que muriera su padre se habían hecho inseparables, pero todo vino a cambiar cuando ella admitió en casa a su nueva pareja. ¿Cómo era posible que olvidara así de rápido a su padre? ¡Recién la semana entrante se cumpliría un año de su partida! ¡Un año!
Además con un tipo que era por lo menos diez años menor que ella y que para colmo de males era un degenerado, lo único que hacia cuando ella estaba cerca era desnudarla con la mirada con total descaro, aun en presencia de su madre.
Como si fuera poco había inventado diez mil patrañas para deshacerse del intruso, con tanta mala suerte que siempre era sorprendida en la mentira. La ultima de esas mentiras fue tomar un anillo de su madre, un regalo muy querido por ella y venderlo, creyendo que con esto desconfiaría de Esteban, su pareja,  para finalmente echarlo de casa por ladrón. Bastaron un par de días para que la verdad saliera a luz, una conocida de su madre la había visto entrar en la joyería y al seguirla para saludarla, pudo ver como ella, toda nerviosa,  vendía un carísimo anillo de oro al dependiente de la joyería. Fue acusada y sentenciada de inmediato, nada más de permisos para fiestas, adiós también a su mesada, al internet y nada de minutos en su celular.
Aguantó un mes cumpliendo su castigo, pero como su madre no mostrara ningún interés por levantar la sanción, se acercó a una amiga suya, quien le había comentado tiempo atrás una forma fácil de hacerse de dinero. Tenía una página en internet donde subía fotografías suyas en ropa interior o pequeñísimos bikinis y debajo de cada una de las fotografía ponía su número de celular. Cada vez que recibía una llamada de un número desconocido sabía que se trataba de algún hombre que había visto sus fotografías en internet, entonces, mientras conversaban, le preguntaba si quería ver más fotos de ella a cambio de que le cargara dinero al celular.
-Pero eso es como ser puta
-Nada que ver porque no te acuestas con nadie, además, no tienes para que mostrar tu cara en las fotos
-Igual me da un poco de pudor eso de tomarte fotos tan sugerentes, puede verme algún degenerado
-Tanto mejor po Pancha, esos son los que mejor pagan
Al principio solo se tomaba fotografías en ropa interior y jamás mostraba el rostro en ellas, por temor a que las imágenes fueran publicadas en alguna página de uso masivo y algún conocido la reconociera, pero se fue dando cuenta que a medida que las fotografías eran más sugerentes tenía más visitas en su página-En una semana podía hacerse hasta dos veces la mesada de un mes y como su celular era bastante moderno, contrataba bolsas de internet para poder continuar subiendo más fotografías a su página de contactos en la comodidad de su hogar.
Las sesiones las hacia siempre que estaba en casa, prefería hacerlo en el baño, sacándole provecho al espejo gigante que tenían adherido al muro. Pero ya estaba aburrida de que las fotos se parecieran tanto unas de otras a pesar de cambiar la ropa con que salía, así que había optado por esperar a estar sola en casa para fotografiarse utilizando el espacio a su antojo, ya sea el lindo gomero como fondo de una, desnuda sobre la mesa en otra, sentada en el sillón o comiendo un plátano sugerentemente en la cocina, etc…
A esas alturas ya había perdido la esperanza de echar de casa a Esteban, su madre se veía muy enamorada y después de la trampa fallida del anillo, confiaba mucho más en él que en cualquier cosa que ella le dijera sobre él. Así que había optado por hacer como que no existía, tratando siempre de mantenerse lo más alejada posible de su presencia.
Esa tarde, después de llegar del instituto, pensó en llamar a su madre al trabajo para disculparse por la pelea que habían tenido durante la mañana. Tomó el teléfono celular y vio que tenía un nuevo mensaje de texto de quien era su mejor “cliente” desde que comenzara con eso de tomarse fotografías a cambio de dinero.
Msje-“hola gatita, no he dejado de pensar en ti todo el día viendo las ultimas fotos que has subido. ¿Me mandarías una con mi nombre en ella?”
Responder msje-“Claro, te mando una foto mía, con tu nombre escrito con lápiz labial justo en medio de mis tetas, pero primero mándame una recarga”
¡Bip-bip! El sonido de la recarga sonó justo cuando ella venia de vuelta de comprar el pan. Fue corriendo hasta el dormitorio y se desnudó de la cintura hacía arriba, no era bueno hacer esperar a José, sabía bien que esa foto solo sería la primera de varias y tenía algo de tiempo antes que llegara su madre con el indeseable de Esteban. Tomó un lápiz labial y se pintó con letras bien grandes el nombre JOSE en medio de sus tetas, para después poner el celular sobre el velador y dejarlo grabando en video.
A esas alturas, con dos meses de fotografiarse sola, ya se había vuelto una experta. Posaba muy coquetamente, siempre evitando que su cara apareciera en la pantalla, ya fuese tapándosela con el pelo, las manos o sencillamente mirando hacia el suelo. Una vez grabado el video, lo echaba a correr en cámara lenta y elegía cuál de las poses era la mejor para guardarla como foto y enviarla al celular de contacto.
Msje- “Waw, te pasaste gatita, como siempre. Me encantan tus tetas, son perfectas. ¿Pero por la recarga solo me darás una foto? Creo que me debes regalar x lo menos una más”
Responder msje-“Bueno, te regalo una foto. ¿Cómo la quieres?”
Msje-“Me gustaría verte tocándote muy excitada, recostada sobre tu sofá”
Aprovechando que aún estaba sola, fue hasta el living de la casa y tomó la fotografía que José le había pedido. De piernas abiertas y usando como único atuendo su ropa interior, metió los dedos de una mano debajo de sus calzones para dar la impresión de que se masturbaba, mientras se tocaba las tetas con la otra mano.
Responder msje-“Bueno, espero que te guste la fotografía, si quieres mas es solo cosa de que me pidas, pero las que siguen las pagas.”
José tenía una colección de las fotos de Francisca, había visto la página de ella y su amiga por casualidad una tarde de ocio en el trabajo, siendo desde entonces una verdadera adicción el visitarla a diario. La primera vez que llamó al celular de Francisca pensó que ese no era su número o que la chica de las fotos no correspondía a la persona con la que hablaba, así que para verificar que eran la misma persona, le pidió que le mandara una fotografía de ella en una pose especifica. Entonces ella mando una foto donde salía usando solo una blusa blanca y calzones del mismo color, totalmente empapada después de salir de una ducha. La blusa se apegaba a su cuerpo por el efecto del agua y podía apreciarse lo bien contorneado de su cuerpo con la ropa ceñida a él.
Esa fue solo la primera de muchas imágenes que José guardaba en su celular y siempre que salía del trabajo, aprovechaba el tiempo que duraba el viaje hasta el trabajo de su novia para mandar mensajes a Francisca y pedirle más fotos, fotos que por cierto guardaba con total discreción para no ser sorprendido.
Msje- “Me gustaría tener una fotografía de tu cara, quisiera ver tu cara mientras te masturbas pensando en mi”
Responde msje- “Tu sabes bien que no me tomo fotografías con el rostro descubierto así que olvídalo. Mejor pide otra cosa”
Msje- “Te doy lo que me pidas y prometo que nadie más además de nosotros dos sabrá de la existencia de esa fotografía”

Francisca se lo quedo pensando, sabía que lo que le decía era mentira, lo más probable es que todas y cada una de las fotos que hasta ahora le había mandado a José hayan sido vistas por sus amigos. Pero estaba necesitando dinero para ir a un concierto y sabía que si le pedía el dinero para las entradas a su madre, lo más probable es que obtuviera una negativa.
Responder msje- “Te dare en el gusto y espero que cumplas tu palabra de que nadie más además de nosotros sabremos de la existencia de esta foto. Pero quiero a cambio 30 mil de recarga”
Msje-“Bueno, tomate la foto por mientras que voy a hacerte la recarga gatita linda”
Francisca fue a su dormitorio mientras esperaba la recarga y por su cabeza pasaba la idea de engañarlo. ¿Qué le podía hacer? A lo sumo la molestaría al celular, pero con cambiar de chip se remediaba el lio de una vez. Sin embargo si le sacaba esa suma ahora, bien podría en el futuro sacarle lo mismo o más aun, no era una buena idea perder a tan buen cliente. Además la posibilidad de que alguien la reconociera era mínima, la ciudad es inmensa y hay más de seis millones de habitantes.
En eso estaba cuando el celular dio aviso de que la recarga estaba lista. Revisó para verificar que el saldo era el acordado y mientras aún no estaba decidida si enviar o no la fotografía, decidió que por lo menos se la tomaría antes de que llegara su madre del trabajo.
Se sentó al borde de la cama, justo en frente del espejo de pie que tenía en su dormitorio y mientras se filmaba sosteniendo el celular con su mano derecha, con su mano libre masajeaba su entrepierna con caricias lentas y prolongadas. Mientras lo hacía comenzó a excitarse, recordando las caricias de su ex novio, que era lo más cerca que había estado de hacer el amor. A su mente acudían las imágenes de cuando ambos, ardiendo en deseo, se escondían entre las ligustrinas del patio para tocarse el cuerpo uno al otro. A él le gustaba tomarla por la cintura y frotar su pene bien fuerte contra su trasero mientras le pasaba la mano por sobre el pantalón para sentir su palpitante vagina y con la otra mano apretaba sus tetas. Ella se dejaba, creía que solo así podría retener a su novio. El insistía siempre en que debían hacerlo, pero ella le decía que aún no estaba lista pero que sin embargo podían hacer otras cosas. Entonces, cuando la insistencia era mucha, ella desabrochaba el cierre de su pantalón y frotaba su pene con fuerza hasta hacerlo acabar, mientras él se entretenía manoseándola a su antojo.
Recordar todo esto la había calentado, su concha húmeda palpitaba como si las manos de su ex estuvieran tocándola una vez más. Tomó su celular y lo puso sobre el velador apuntando la cámara hacia su cama, mientras presurosa se despojaba de su ropa interior. Cerró los ojos y se dejó llevar por el deseo, con una de sus manos se acariciaba los senos, acercándolos de vez en cuando hasta su cara para poder chuparse los pezones, mientras metía y sacaba con rapidez dos de sus dedos en su cada vez más caliente vagina. Se masturbaba imaginando que su ex la miraba a través del celular. Tuvo un orgasmo tan intenso que sentía como si su corazón le fuese a estallar.
Cinco minutos después José recibía en su celular la nueva fotografía de “la Gatita”, desnuda sobre su cama con las piernas muy abiertas, metiendo dos dedos dentro de su vagina mientras se chupaba el pezón de una de sus tetas. No cabía duda, la caliente mujer que le mandaba las fotografías al celular no era otra que Francisca. Ya en las fotografías anteriores, viendo el decorado de la casa donde se tomaba las fotos, tenía la impresión de que podía ser, pero necesitaba estar seguro, necesitaba una prueba irrefutable y ahora la tenía, esa cara no podía ser otra que la de Francisca. Con una gran sonrisa pintada en el rostro José apagó el celular y caminó presuroso, llevaba diez minutos de retraso y a María le cargaba que la hicieran esperar.

Pasaron dos semanas desde esa última foto y José no dejaba de pensar en la forma de abordar a Francisca. Durante esos días se había imaginado cientos de situaciones eróticas, en donde ella era la principal protagonista y el deseo de tenerla entre sus brazos iba en aumento. Finalmente decidió enfrentarla un día de semana sin que María fuera una molestia para sus propósitos.
Ese día miércoles, después de asegurarse de que María había tomado el metro a su trabajo, hizo parar un taxi y se devolvió hasta la casa. Una vez dentro, fue directamente hasta el dormitorio de Francisca y golpeó tres veces con fuerza.
-¿Qué pasa?
-Necesito hablar contigo Fran ¿Podrías darme un minuto?
Francisca asomó su cabeza tras la puerta, envuelta por una frazada
-¿Qué sucede? – preguntó medio dormida aún
-Sucede que tengo unas fotos que quiero que veas
Al escuchar la palabra foto, Francisca reaccionó de inmediato y mientras miraba las osadas fotos impresas en papel que José le había entregado, no dejaba de maldecir una y otra vez.
José, dueño de la situación, aprovechó el descuido para entrar al dormitorio y sentarse sobre la cama. Inmóvil, ella lo miraba desde el umbral de la puerta esperando que sucediera algún milagro que la salvara del problema en que estaba.
-Creo que sabes que es lo que pretendo Fran
-No, no sé lo que quieres, ni me interesa. Quiero que borres esas fotos de donde las tengas o le diré a mi mamá.
-¿Y qué le dirás? ¿Qué te gusta sacarte fotos desnuda y las mandas por celular a cambio de plata?
Francisca se puso pálida, sabía muy bien que si su madre se enteraba estaría en serios problemas. La sola idea de tener que irse a casa de su abuela en el campo y tener con ello que dejar sus estudios, sus amistades, et…, la hizo estremecer.
-Vamos Francisca, podemos ser buenos amigos. ¿Porque mejor no te sientas a mi lado y lo dialogamos?
Se acercó temerosamente hasta estar frente a José, de pronto sintió como si sus piernas fueran de hilo y tuvo que apoyarse en él para no caer, su tez estaba pálida y comenzó a temblar. Incapaz de formular palabras, se recostó a los pies de la cama y cerro sus ojos.
José comenzó a acariciarla, incorporándose sobre ella. Al ver que no oponía resistencia, comenzó a desnudarla. Con la misma delicadeza con que un pintor aplica pinceladas sobre la tela, José fue despojando de sus ropas una a una a Francisca hasta dejarla completamente desnuda. Primero fue la parte inferior de su pijama, incluyendo unas pantaletas blancas con un dibujo de un perrito en el centro, luego la camiseta y finalmente unos sostenes del mismo color de la pantaleta. Verla desnuda siempre había sido un deleite, pero poder tocarla era una sensación de placer sublime,  indescriptible.
Francisca lo dejaba hacer, sin quejas se dejó desvestir. ¿Qué podría hacer para revertir la situación? Había jugado y perdido el juego.
José continuaba disfrutando de la belleza de Francisca, acariciando y besando cada rincón de la mujer que por tantos meses había deseado. Pudo notar que a medida que sus labios iban bajando en busca de su vagina, los pezones se ponían rígidos bajo la palma de su mano. Incitado por este hecho, empujó con suavidad una de las piernas de Francisca, dejando la concha a su merced , con suaves movimientos de su lengua estimulaba el clítoris, sin dejar de acariciar su cuerpo.
Francisca comenzó a excitarse, era la primera vez que un hombre la acariciaba de esa forma y aunque no quería nada con el, su cuerpo decía otra cosa. Su respiración iba en aumento al sentir las caricias de José sobre su piel y cuando él comenzó a estimular su clítoris con la lengua, solo atinó a apretar el cubre camas con las manos, invadida por una ola de placer que jamás había sentido antes.
Viendo que la vagina estaba húmeda, José la penetró con dos dedos, entrando y saliendo al ritmo de la agitada respiración de Fran. Así estuvo durante unos minutos, hasta que ella le tomo de los brazos por las muñecas con fuerza, en ese momento José aumentó el ritmo, entrando y saliendo con tanta rapidez como le era posible.
Fran pasó de respirar agitado a los gemidos, podía sentir esos dedos dentro suyo, entrando y saliendo de su inmaculada concha, sin pausa. Pensó en su ex-novio y en lo tonta que había sido por no haberle permitido nunca tener relaciones sexuales, pero eso duro solo un momento, José estaba sobre ella, sin dejar de menear sus dedos dentro de su vagina y buscaba su boca con la suya.
Mientras se daban un sonoro beso, a Fran le llego un orgasmo. Estiró sus piernas y con sus manos apretaba el cubre camas, desesperada. José le acariciaba el rostro, diciéndole al oído piropos y frases referidas a lo bella que era. Sin perder un segundo, se puso de rodillas frente a ella y mientras acariciaba la mojada vagina de Francisca con la palma abierta, con su mano libre se quitó los pantalones y el bóxer. Su pene estaba erecto y listo para la acción, con fuerza tiró a Fran por las piernas, atrayéndola hacia la orilla de la cama y luego de aplicar un poco de saliva en la cabeza del pene a modo de lubricante, la penetró lentamente.
A Fran se le escapó un quejido y se tapó la boca con las manos enseguida. José, haciendo caso omiso de los gestos de dolor de Fran, comenzó a aumentar la intensidad de la penetración, iba y venía cada vez más rápido. Tomó sus piernas y las puso sobre sus hombros, mientras acariciaba sus pechos con ambas manos. De pronto el dolor fue disminuyendo y fue reemplazado por olas enormes de placer, Fran no lo sabía pero estaba a punto de experimentar su primer orgasmo.
-Más rápido, hazlo más rápido – le pedía a José, desesperada, mientras se retorcía de placer. Respiraba por la boca, produciendo un sonido similar al que hacen los animales de tiro ante un gran esfuerzo.
José se puso de rodillas frente a ella y haciéndola girar en un rápido movimiento, acomodó a Fran en cuatro. Ella levantó su colita para hacer más fácil y profunda la penetración. Con movimientos enérgicos, José metía su verga dentro de la concha palpitante de Fran, sin encontrar ninguna resistencia a su paso como al principio.
-Tírame el pelo, tíramelo – Gritaba Fran, poniendo sus ojos blancos totalmente, daba la impresión de estar poseída.
José no daba más de excitación también y ambos terminaron acabando al mismo tiempo. Gritando ella, ufanado y tirándola del pelo él. Solo en ese momento notaron la presencia de otra persona que lloraba viendo la escena.
Fran ahora vive con su mejor amiga, hace un par de años que no ve a su madre y menos a José. Terminó sus estudios y ahora estudia en la Universidad una carrera profesional. De mas esta decir que cancela todas sus deudas con los dineros que obtiene de su página en internet junto a su amiga del alma.













sábado, 2 de abril de 2011

MARGARITA

Llevaba dos semanas trabajando en las máquinas tragamonedas y ya conocía a toda la fauna que frecuenta esos locales. El mayor porcentaje de los apostadores son mujeres mayores de cuarenta con hijos menos dependientes de sus madres, cosa que les deja el tiempo suficiente para ir a perderlo en tales pasatiempos. El local contaba con dos tipos de máquinas; estaban las pinball, que son parecidas a los antiguos fliper y las tragamonedas tipo casino, que eran las preferidas por la mayoría de los clientes.
Fue en el local de tragamonedas donde conocí a Margarita,  una morena ni muy gorda ni muy flaca, de risa fácil, mostraba su blanca dentadura cada vez que la maquina le daba un premio y cuando sonaba la música característica de que había ganado un bono, ella se lanzaba a cantar y bailar la canción sin ningún tipo de inhibición. Su cabello era de color negro azabache y lo llevaba siempre tomado con una cola de caballo, regularmente vestía jeans bien ajustados y poleras con prominente escote, dejando a la vista un perturbador tatuaje con el símbolo de la revista playboy, ese del conejito. De todas las apostadoras y apostadores que llegaban al local ella era con la única que disfrutaba al verla jugar, su alegría era desbordante y contagiosa.
Entre cada cambio de monedas que ella hacía para las máquinas, aprovechaba yo de decirle alguna frase chistosa provocando su liviana risa al instante, aunque el chiste no haya sido de su completo gusto, creo que reía más bien por premiar mi esfuerzo.
No estaba enamorado de ella ni mucho menos, pero me pasaba que llegando a casa aún seguía en mi retina su imagen. Como que le estaba tomando una especie de cariño, pasa mucho cuando una persona nos da a saborear algo de azúcar después de haber estado bebiendo algún trago amargo.
Fue en septiembre cuando pasó esto, lo recuerdo bien por lo de las fiestas patrias. Habían abierto las fondas en el pueblo y toda la gente estaba en ellas. El local estaba vacío, durante el día habían entrado a lo sumo tres o cuatro apostadores de menor monta. Tomé el celular y llamé a mi jefe, la orden fue de cerrar en una hora más si la cosa seguía igual, no era una buena idea mantener el gasto de energía eléctrica si no había clientes. Así que estaba en eso, esperando media hora más para poder cerrar e irme a casa a descansar, tal vez hasta dar una vuelta por las fondas si el ánimo acompañaba más tarde.
Margarita entró poco menos que corriendo, no la veía hacía por lo menos unos dos meses, había dejado de ir a jugar y personalmente creí que se había aburrido de perder dinero a causa de las nuevas programaciones de las maquinas (el dueño contrató por aquel entonces a un tipo que programaba las máquinas para que la gente perdiera más dinero del que ya perdía hasta entonces)
Se veía algo descolocada, con los gestos de quien está a punto de echar a llorar por alguna tragedia. Se acercó a mí y después de saludar, preguntó si podía usar el baño, tomé la llave de la caja y se la entregué. Pasaron más de veinte minutos y Margarita no daba señales de vida, imaginé que debía estar muy enferma así que baje la cortina del local y toque la puerta del baño, no obtuve ninguna respuesta, volví a golpear acercando mis oídos a la puerta. Aunque el sonido de las maquinas llenaba todo el ambiente, se podía escuchar con claridad que Margarita estaba llorando, asustado, le pregunte si podía ayudarla, me contestó que estaba bien y que me la dejara solo diez minutos más.
Fui hasta la caja y tomé el cuaderno de cuentas, el día había estado malísimo así que no me tomó más de cinco minutos cuadrar las ventas del día, en eso estaba cuando salió Margarita, tenía los ojos rojos por haber estado llorando.

-¿Qué le pasa Margarita? ¿Se siente bien? Si quiere le puedo acompañar hasta el consultorio, para mí no es problema
-Hay Eduardo, usted siempre tan amable. No se preocupe, no es nada
-¿Y porque estaba llorando? ¿Se puede saber el motivo?
-Bueno, le cuento pero si me deja jugar unas monedas.

Yo había apagado todas las maquinas antes de cuadrar la caja, así que tuvimos que encender una, la elección fue como es lógico de ella, prendió su “regalona”, una tragamonedas que estaba hasta el fondo del local, la de las frutillas. La máquina era fácil de jugar, se eligen el número de líneas al cual se les apostara para luego dar inicio a la tómbola, si el número de frutas es igual o mayor a tres iguales en una misma línea se gana y el monto de la suma ganada depende del tipo de fruta que salga. El nombre de frutilla lo recibe porque si salen tres de estas frutas la maquina da un bono especial y mientras suena una musiquilla de festival la máquina va dando premios cada vez que la tómbola coincide con las frutas que se eligen. Llevaba ya algunos meses trabajando en el local y aunque entendía a la perfección como se jugaba, nunca me había gustado hacerlo.
Margarita me pasó dos mil pesos, fui hasta la caja y saqué cuatro mil pesos en monedas, dos mil míos y los dos mil de ella, puse los cuatro turros de monedas sobre la máquina y mientras prendía un cigarro le dije

-Bien , es la primera vez que juego y como usted tiene buena suerte, le propongo que lo hagamos a medias, dos mil pesos ponemos cada uno, repartiremos las ganancias en partes iguales ¿Le parece bien?
-Me parece muy bien- me contestó con entusiasmo
-Y mientras jugamos me puede contar porque estaba llorando encerrada en el baño, la verdad me ha dejado bastante preocupado

Ella metió las primeras diez monedas de cien pesos en la máquina, y mientras daba inicio a la tómbola después de elegir la apuesta de tres líneas, comenzó a relatarme lo que le había sucedido. La verdad, el asunto era menos grave de lo que había imaginado en un principio.
Margarita venia de dar una vuelta por las ramadas junto con su familia y mientras paseaba viendo las ofertas se encontró de sorpresa con su marido, quien paseaba alegremente de la mano de una mujer mucho menor que ella, entre cómplices sonrisas y amurracos. Esa fue la razón de su llanto. Salió corriendo de ahí, sin que su esposo notara que ella lo había visto.

-No hay peor ciego que aquel que no quiere ver, muchas amigas mías me habían contado que mis esposo me era infiel, pero jamás creí fuera verdad y ahora que lo he sorprendido con las manos en la masa, no supe reaccionar
-La entiendo, también me han jugado chueco y es lo peor –dije bajando la mirada, no es muy grato admitir que le han puesto los cuernos a uno, pero dada la situación, ameritaba la confidencia de aquel capitulo pasado de mi vida
-¿También le fue infiel su esposa?- preguntó ella dominada por la curiosidad
-Mi esposa no, fue una novia que tuve años atrás, íbamos a casarnos antes de que eso pasara
-¿Y que hizo cuando se enteró?
-Le pagué con la misma moneda
-¿También usted le fue infiel a ella?
-Sí, le puse los cuernos hasta con su hermana, una prima y su mejor amiga
-Debió ser bien cabezona para poner tanto cuerno- me dijo y acto seguido se mandó una risotada de esas típicas suyas que hacían vibrar hasta los vidrios de las tragamonedas, para después quedarse callada y pensativa por varios minutos.

El juego seguía. De cada cinco tiradas que hacia Margarita a lo menos una daba premio, aunque no eran premios altos, esto permitía seguir jugando sin necesidad de tocar los tres mil pesos restantes del monto inicial de la apuesta. Cada vez que se acertaba un premio ella me miraba con cara de satisfacción esperando la misma cara como respuesta de mi parte.
Habían pasado cerca de diez minutos antes de tener que hacer uso de mil pesos más para seguir jugando.

-La frutilla está dando – dijo mientras metía las monedas en la ranura de la máquina
-Pero solo da montos pequeños, de todas las tiradas que hemos hecho no pasamos nunca de los mil pesos en premios.
-Paciencia, estoy segura que nos dará un buen premio – y diciendo esto apretó el botón de inicio dando vueltas a la tómbola nuevamente
-Si yo fuera bonita haría lo mismo que usted hizo con su novia.
-¿De qué habla Margarita?
-Lo que oye, si fuera bonita le dejaría la nuca como puré de papas a mi marido.
-Eso lo entendí perfectamente, lo que no entiendo es que usted crea que no es bonita.
Me miró fijo a los ojos, interrogándome con ellos, queriendo saber si las palabras que había dicho habían sido provocadas por compasión o por otra cosa.
-Parece que no cree en las palabras que le digo Margarita.
-La verdad, no creo lo que acaba de decir Eduardo

Una línea de sandias detuvo la conversación ¿El premio? Diez mil pesos. La máquina comenzó a sonar con una música distinta a la que usualmente suena mientras con Margarita dábamos saltos de alegría alrededor de la tragamonedas. Antes que decidiera por ambos seguir apostando, me acerqué hasta la máquina y presioné el botón de cobrar, el sonido de las monedas cayendo una tras otra en cascada me produjo una sensación de alegría, pude entender porque tanta gente dedica horas a jugar en las tragamonedas y el hecho de que lleguen a perder altas sumas en muchas ocasiones.

Mientras las monedas seguían cayendo y estando nosotros aún en estado de frenesí, nos tomamos de las manos mientras saltábamos felicitándonos por nuestra buena suerte, y casi sin darnos cuenta, estábamos abrazados, besándonos y acariciándonos lascivamente. Mi mano derecha perdida entre sus piernas sin dejar de sostenerla por la cintura con la mano izquierda. Ella estaba tan caliente como yo, podía sentirlo por como palpitaba su corazón presionado contra el mío.
Besé su boca con devoción, jugando primero con sus labios, rozándolos con los míos para provocar que abriera su boca, entonces, cuando ella abría la boca esperando que metiera mi lengua en ella en busca de la suya, hacía que la cerrara presionando mi barbilla contra la suya para luego seguir provocándola  como al principio. El juego le divertía, seguimos besándonos entre risas, caricias y roces con la molesta música de las maquinas que aún estaban prendidas de fondo.

-Tómame, tómame ahora, quiero saber que se siente estar con otro hombre- susurró Margarita en mis oídos, casi como una súplica.

Metí la mano dentro de sus ajustados jeans y la conduje a tirones hasta el sector de las maquinas pinball, con un movimiento suave pero firme de mi brazo la aprisioné contra la máquina y mientras ella se inclinaba hacia delante para poder continuar con otra exquisita sesión de besos con sus carnosos labios, yo metía mi cabeza entre sus tetas pasando mi lengua por sobre su tatuaje de conejita playboy

-¿Te gusta mi tatuaje?
-Me encanta- contesté casi jadeando y antes de que ella hiciera otra pregunta ya tenía mis manos sobre sus hermosas tetas, acariciándolas, apretándolas, chupando y besando sus pezones que eran una delicia. Tenía unos pezones pequeños, que por lo duro y rosados que estaban se asemejaban a una goma de borrar, esas que vienen incorporada en cierto modelo de lápices de carboncillo. Mientras pasaba mi lengua por sus senos, metí una mano dentro de su pantalón hasta llegar a su vagina, pasando por su peludo y húmedo pubis.
-Pero que mojada estás Margarita
-Para que veas como me tienes desde hace rato Eduardo

Rápidamente bajé pantalones y calzones de una vez, hasta dejarlos a la altura de sus pantorrillas, la tomé por la cintura y levantándola con cuidado logré sentarla en el borde de la pinball, ella tenía sus manos alrededor de mi cuello y no dejaba de susurrarme en el oído lo caliente que estaba. Me puse de rodillas frente a ella para poder desabrochar sus zapatillas mientras Margarita se recostaba apoyando su espalda en el vidrio de la máquina. Cuando logré desnudarla de la cintura hacia abajo y ponerme de pie para penetrarla, me di cuenta que ella estaba mordiéndose los dedos de una mano.

-¿Qué haces, porque te muerdes así?
-Disculpa, es que no quiero meter mucho ruido
-Pero Margarita, por si no te has dado cuenta estamos los dos completamente solos, el local está cerrado y además si alguien pasara por fuera no podría escuchar nada por el ruido de las máquinas que aún quedan encendidas.
-Es que de verdad, cuando estoy así como ahora grito mucho –Me dijo ruborizándose
-¿Así como ahora? – Pregunté
-Sí, así de caliente como estoy ahora
-Ahora con mayor razón te pido que no te muerdas los dedos. Quiero escuchar cada quejido, cada grito que salga de esa boca

Dicho esto tomé sus manos y las besé, ella por toda respuesta lanzó un profundo suspiro. Sin soltar sus manos en ningún momento bajé besándola palmo a palmo, desde sus pechos hasta su vagina, estaba tan mojada que su conchita brillaba con el reflejo de las luces. Comencé a pasar mi lengua por la parte interna de sus muslos, pasando de uno a otro evitando tocar su vagina, esto parecía gustarle, pues sus manos apretaban las mías cada vez que rozaba su conchita durante el cambio de pierna.

-Quiero que te abras de piernas lo que más puedas
-¿Así está bien? – contestó con una voz entrecortada, medio asmática, mientras apoyaba uno de sus pies en la esquina de la máquina y el otro en el costado del muro, dejando a plena vista su palpitante vagina.

Hundí mi lengua en esa masa de carne rosada, húmeda y palpitante que era su vagina,  ella clavaba sus uñas con fuerza sobre mis manos, que como grilletes, no dejaban de sujetarla con fuerza durante sus intentos de zafarse. Mi lengua iba y venía de arriba hacia abajo, provocándola, haciéndola estremecer.

-Para, por favor para que voy a acabar- me decía, sin dejar de quejarse, ufando como un animal agitado

Lejos de aplacar mis ganas de escucharla gozar,  sus “huyyyyyyyy”,  “Hayyyyyyyyyyy” y demases quejas  eran solo un aliciente para continuar con más ímpetu lo que ya había comenzado. Con la punta de mi lengua, haciendo movimientos rápidos, acariciaba su clítoris mientras ella contraía cada musculo de su cuerpo. Tuvo un orgasmo potente, pude sentir la fuerza de sus fluidos presionados contra mi lengua. Me puse de pie frente a ella y la abracé tiernamente, ambos estábamos sudorosos y extenuados, tanto así que la piel de nuestros cuerpos se pegaba al contacto.
Mientras nos abrazábamos, mi pene erecto rosaba su ombligo. Margarita lo comenzó a acariciar con ambas manos.

-Quiero hacerte acabar, haré lo que quieras para lograrlo– me dijo jadeando por el efecto del orgasmo recién recibido.
-¿Lo que quiera has dicho? – La tomé de un brazo haciéndola girar media vuelta, empujé su cabeza hacia abajo, obligándola a apoyar sus manos contra el vidrio de la máquina- Lo que quiero es metértelo por detrás hasta terminar dentro de ti.

La abrí de piernas empujando sus talones con mis pies y comencé a meter dos dedos dentro de su ano. Ella se mordía nuevamente los dedos de una mano, aparentemente era la primera vez que la penetraban analmente. Seguí jugando con mis dedos, untando de vez en cuando algo de saliva para facilitar la entrada, logre dilatarla tanto que podía meter tres dedos al mismo tiempo, entonces la penetré,  mi pene entró estrechamente en su ano provocándome profundo placer. Comencé a entrar y salir de su ano cada vez con más fuerza, pero manteniendo el ritmo lento que utilicé al principio para dilatarla. A cada sacudida, cuando tenía el miembro dentro suyo completamente, ella lanzaba un quejido que apagaba tapándose la boca con la mano.

-Quiero escucharte Margarita, quiero escucharte
-Es que me duele un poco
-¿Quieres que me detenga?
-No, si igual me está gustando – me contesto
-Bueno, entonces para que lo disfrutes aún más, quiero que te masturbes mientras te lo meto – y dicho esto comencé a dar estocadas cada vez más rápidas, entraba y salía dentro de ella a un ritmo frenético, tanto que ya dudaba si sus quejas eran de placer o dolor. Sin embargo ella seguía en la misma posición sin mostrar interés alguno por dejarla y obedientemente se acariciaba el clítoris con la yema de sus dedos mientras  yo seguía penetrándola cada vez con mayor intensidad.

Con mis manos apretaba sus tetas que colgaban rozando los pezones contra el vidrio de la máquina, mientras me inclinaba hacia delante curvando mi cuerpo sobre el de ella para poder penetrarla hasta el fondo.
Llegamos juntos al orgasmo, ambos temblando por el esfuerzo, entre gritos y quejidos. Pocas veces he tenido una sensación de placer tan intensa como aquella.
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Al día siguiente, durante la recaudación de las monedas, tuve que explicar a mi jefe como fue que se quebró el vidrio de una de las pinball. Mi jefe terminó descontándomelo del sueldo. ¿Margarita? No he sabido nada de ella desde aquella lujuriosa tarde y espero que vuelva antes que cambien las maquinas por otras más modernas pero incomodas para fornicar como es debido.


martes, 22 de febrero de 2011

VERONICA

Con Manuel somos amigos desde hace muchos años. No nos veíamos muy seguido y cada vez que nos juntábamos, nuestras conversaciones siempre derivaban en mujeres. Esa noche el se jactaba de sus conquistas y saqué a relucir una que tenia guardada desde hacia mucho tiempo y que nadie sabia, la verdad me daba algo de pudor contar algo como aquello
-¿Recuerdas a la vero?
-¿La negrita?
-Si, la negrita vero- le dije mientras prendía un cigarro
-Pero claro que si, como no recordar a esa morenaza
-Bueno, a esa minita me la comí
-Ja ja ja- Me lanzó a la cara una carcajada tan fuerte, que todo el bar se dio vuelta a mirarnos- No te creo
-Te digo la verdad
-Cuéntame y te diré si es verdad o no

            Pues bien, las cosas comenzaron por casualidad, conocerla fue una suerte nada mas. Trabajaba como administrativo en lo de los cursos de SENCE  y una alumna, una señora de unos 50 años mas o menos, muy esforzada y trabajadora, me dijo que no podría asistir a clases porque no tenia con quien dejar a su niña, pues era ciega y necesitaba de cuidados especiales por su condición.

-Ya, ya hombre, al grano!!
-No, debes escuchar la historia completa, continúo

            Me ofrecí amablemente a cuidarla mientras ella asistía a clases, no me costaba trabajo hacerme cargo de una niña, faltaba mas. Al día siguiente llegó con la niña, que resulto ser la Verónica, me había imaginado una bebita de no mas de diez años, sin embargo la chica que la acompañaba pasaba de los veinte y era bastante atractiva, de hecho lo es aun. (No entiendo esa manía de hablar de las personas como si estuvieran fallecidas después de un tiempo de no haberlas visto.)
            No me costó trabajo conversar con ella, me explicó como fue lo del accidente donde perdió la vista, un accidente bastante trágico cuando ella tenia 16 años y que aun no superaba del todo.
            Para resumir un poco, nos hicimos amigos y comencé a frecuentar su casa con la venia de su madre, que estaba feliz de que ella tuviera con quien distraerse de tanta tragedia que le venia tocando desde hace rato. La pasaba a buscar los fines de semana y hasta la presenté en casa, mi hermana se hizo también amiga de ella y no era raro para mí encontrarlas conversando en el living cuando volvía del trabajo.
            Todo bien, hasta que mi hermana me llamó a terreno diciéndome que la pobre estaba enamorada, que no jugara con ella, que yo era un mujeriego de mierda, que me conocía, que la haría sufrir y bla bla bla. Decidí cortar por lo sano y al siguiente fin de semana, sentados en una plaza que quedaba frente a su casa, le lancé a la cara lo que yo creía seria una bomba y el fin de la relación de amistad que llevábamos.

            -Vero, quiero hacerte una confesión
            -Te escucho
            -Sucede que no me gustan los compromisos, me gusta mi soltería, la disfruto a concho y he abusado hasta el hartazgo de lo que se conoce como amistad con ventaja, mis relaciones de pareja no pasan más allá de la cama.- dije esto creyendo que así me desharía de ella
            -Sabes, yo quiero un amigo con ventaja

            No sabia que decir, no esperaba esa respuesta, solo atiné a abrazarla. Me encantó que me propusiera lo de ser amantes sin compromisos y creo que inconcientemente estaba deseando eso desde hace mucho.

            -¿Sabes? aun soy virgen
            -¿En serio lo eres?
            -Claro, cuando me pasó lo del accidente, tenía un novio, pero nunca lo hicimos, yo no quería en realidad, el era demasiado cargante, así que lo único que hacía para que me dejara tranquila era masturbarlo hasta hacerlo acabar.

            La verdad, no me agradaba mucho la idea de que perdiera su virginidad conmigo, ya desde entonces sentía predilección por las chicas con experiencia, eso de enseñar cosas ya no es lo mío...

-¿Recuerdas el cumpleaños del Rodrigo?
-¿Cuál de todos?
-Ese donde el Víctor bailó con una peluca un tema de la Paulina Rubio
-Ha, si lo recuerdo
-Bueno, eso fue un sábado y no pude negarme a ir a la fiesta de cumpleaños porque somos casi hermanos
-¿Pero que pasó con la negrita?
-Calma, te estoy explicando

            Quedamos de juntarnos a las doce del día siguiente. Le di a elegir entre ir a un motel o usar la oficina de un amigo, ella prefirió lo segundo. La noche anterior a la cita fue lo del cumpleaños del Rodrigo y no pude retirarme hasta pasadas las siete de la mañana, así que imagínate como andaba, había dormido poco mas de tres horas y el efecto del alcohol aun no desaparecía del todo.
            Llamé a su casa antes de salir y me contestó su madre. Ella ya sabia que saldríamos juntos, me dijo que estaba dándose una ducha y que estaría lista para cuando la pasara a buscar. Entonces me la imaginé en la ducha, bajo el chorro de agua tibia, jabonándose las tetas con ambas manos, pensando en como seria nuestro encuentro de esa tarde. Ese pensamiento bastó para reaccionar un poco de la borrachera y apurar el paso para no hacerla esperar, como decía Carlitos el gurú “A las mujeres no hay que hacerlas esperar, hay que dejarlas esperando”.
            Llegué a su casa faltando diez minutos para las doce, ella ya me esperaba. Vestía jeans ajustados y una polera bien escotada que dejaba su ombligo a la vista. Para no perder tiempo decidí tomar un taxi hasta el lugar del encuentro.

-¿Y que pasó? Al  grano por favor que me tienes ansioso

Entramos a las oficinas y la conduje de la mano hasta la sala de reuniones, había un sillón de cuero negro, grande y mullido que estaba pintado para nuestro encuentro. Tomamos asiento uno al lado de otro y sin mediar palabra alguna nos dimos un largo y acalorado beso. Puse mis manos en su cintura, acariciando de cuando en cuando su guatita mientras seguíamos besándonos. Los besos fueron aumentando de intensidad, nuestras lenguas se buscaban y retorcían como si fueran dos enormes  pitones en una lucha sin tregua, mientras mis manos ganaban terreno y exploraban lentamente su hermoso cuerpo. Puse mi mano derecha sobre uno de sus senos y bajé su polera para poder chuparla a gusto.
Su corazón latía con fuerza, mismo ritmo de su respiración, hecho que me alentó a pedirle que me lo chupara, como sabia que la respuesta seria un no porque me había contado que le daba algo de asco lo del sexo oral, le dije que había pensado en una forma para que no le pareciera tan desagradable.
Saqué de mi mochila un yogurt y se lo entregué, mientras lo habría, me puse de pie justo frente a ella, bajé mis pantalones y la ropa interior, tomé su mano poniéndola sobre mi pene, indicándole que me bañara el miembro con el yogurt para luego comerlo. Ella accedió entre risas y cuando tuvo mi pene bañado entre sus manos, comenzó a pasar su lengua sacando lentamente el yogurt, el juego pareció gustarle, porque al cabo de un par de minutos el yogurt ya se había acabado y ella me lo chupaba como toda una maestra, metiendo todo el miembro dentro de su boca mientras su cabeza subía y bajaba, con un movimiento rítmico constante. Mientras ella hacia lo suyo, yo la tenia desnuda de la cintura hacia arriba, había quitado de un solo tirón su polera y el brazier, dejando a la vista su generosa delantera para poder acariciarla a gusto.
Así estuvimos un rato hasta detenerla por miedo a que me hiciera acabar antes de tiempo, lo mamaba extraordinariamente bien. La puse de pie y ayude a terminar de desnudarse, ella me dijo que estaba algo nerviosa, pero que no quería detenerse por nada del mundo. La invité a sentarse y de rodillas frente a ella, abrí sus piernas para poder practicarle sexo oral, ya tenía la conchita húmeda cuando puse mi lengua en ella.
Comencé lentamente a pasar mi lengua por su vagina, sus manos me acariciaban el cabello mientras las mías se deshacían en caricias por todo su cuerpo, prestando mayor interés por esas hermosas tetas. Entregada a mis deseos se recostó de lado sobre el sillón, dejando una pierna apoyada en el suelo, yo levanté la otra para seguir estimulándola con mi lengua. Comenzó a respirar con dificultad, era claro que tenía un orgasmo, para aumentar más su placer  hice uso de mis manos y mientras acariciaba su conchita, subí besando desde la parte interna de sus muslos hasta llegar a sus labios llegando justo en el momento en que ella explotaba de placer.
Nos recostamos sobre el sillón, abrazados, diciéndonos palabras entre calientes y cariñosas. La sensación de su piel canela rozando contra la mía es indescriptible, aun hoy nunca más he tenido a una mujer con una piel de esas características. Ansioso por más  me incorporé en el sofá  de rodillas frente a ella, puse sus piernas sobre mis hombros, tomé el condón que ella tanto había pedido que usara y cubrí mi pene con él. Mientras lo hacía le pedí que se untara los dedos con saliva para luego ponerla sobre su vagina ayudando así a que la penetración fuera más fácil, la verdad eso no serviría de mucho en la práctica, pero psicológicamente le serviría para enfrentar mejor la situación.
Con mi mano derecha envolví mi pene desde la base, dejando fuera poco menos de la mitad, me acerqué echando mi cuerpo hacia delante y comencé a rozar con el glande su palpitante vagina por encima, como si fuera una silla mecedora. Ella mientras tanto acariciaba mis piernas con sus delicadas manos, echando su cara hacia un lado para que yo no viera sus gestos al penetrarla. Empujé un poco más, metiendo la cabecita del miembro dentro de ella, hubo un quejido tímido por parte de ella como respuesta, pero lo dejé dentro sin retirarlo ni meterlo más. Con mi mano libre acariciaba sus tetas, poniendo especial cuidado en sus pezones, tomándolos entre mis dedos y jalándolos de cuando en vez, pero con suavidad.
Saqué mi mano derecha de mi pene, que había servido como freno y empujé con fuerza hasta meterlo completamente, el grito que dio la verito se debió de haber escuchado a dos cuadras a la redonda por lo menos. Aunque ella estaba tan excitada como yo, no me fue tan sencillo poder metérselo, tenía las paredes de su vagina demasiado rígidas.
A pesar de su cara de dolor seguí moviéndome, metiendo y sacando el miembro. Lo hacía por un par de minutos, para luego detenerme y taparla a besos, sin sacarlo de dentro de ella en ningún momento. De a poco ella fue soportando el dolor de la penetración, acostumbrándose a él para participar de la copula.
Sin sacar mi pene de su vagina la tomé de los brazos y la jalé hacia mí, ella me rodeó por la espalda con sus piernas. Así, abrazados, comenzó a saltar sobre mi aumentando la rapidez de su cabalgata a cada minuto. Sus fluidos eran tan abundantes que cada vez que mi pene entraba y salía de su concha, se producía un sonido similar al que hacemos cuando pisamos una posa de agua. Sin dejar esa postura le llegó el orgasmo, aún más intenso que el primero, tirándome del pelo y pidiéndome que hiciera lo mismo con ella. La liberé de mi abrazo e incorporándome, me puse de pie para que me lo chupara nuevamente, ella se sentó en el sofá y retirando el condón de mi pene, lo metió en su boca una vez más, mientras me acariciaba los testículos con sus manos.
Acabé sobre ella, chorreando su cara y sus tetas con un chorro de semen.

-¿Y qué pasó después?
-La conduje hasta el baño para que se aseara un poco y vistiera
-Es difícil de creer que hayas desvirgado a la Verito
-Si yo tampoco me lo creo, pero es así.
-¿Y cuantas veces más lo hicieron?
-Esa fue la única vez, después de eso comenzó a llamarme a diario y pedirme con llantos que fuéramos más que solo amigos.
-¿Pero no habían quedado en ser solo amigos con ventaja?
-Parece que no era la idea de ella desde el principio
-Ni la tuya tampoco por lo visto
-No lo jures, el subconsciente es poderoso

miércoles, 16 de febrero de 2011

KATHERINE ELIZABETH

               Estuve insistiendo por meses para poder concretar una cita con Katherine y para lograrlo tuve que darme maña, hacer uso de mis mejores trucos, siempre buscando la forma de sorprenderla. La competencia en la oficina por conquistarla era notoria y no es que fuera una mujer con encantos sobrenaturales ni nada por el estilo, sencillamente generaba una atracción en los hombres difícil de describir. Me pasaba que cuando estaba cerca suyo no podía dejar de imaginármela como la protagonista de mis fantasías sexuales, provocando que todos y cada uno de mis actos frente a ella fueran los de un estúpido.
               ¿Por qué los hombres nos ponemos así cuando estamos frente a una mujer que nos atrae y que genera cierto nivel de excitación en nosotros? Una vez leí una teoría al respecto que analiza esta situación desde un punto de vista biológico. El cerebro humano cuando deja de percibir la cantidad necesaria de oxigeno comienza a funcionar a menor capacidad, si sabemos que cuando estamos excitados una gran cantidad de sangre se hospeda en los vasos sanguíneos del pene y que es la sangre la encargada de enviar dicho oxigeno hacia el cerebro, tenemos la respuesta a nuestro enigma.
               Puede que pienses que me pasa lo mismo con todas y cada una de las mujeres con las que me cruzo por la vida, y entiendo que pienses de esa forma de alguien que escribe historias de encuentros eróticos en un blog, pero la realidad es otra, Katherine era especial, tenía una sensualidad a flor de piel, su cuerpo, sus gestos, todo en ella era invitación a la lujuria , por lo menos para mí y palabra de boy scout que no me sucede esto con mucha frecuencia, no hay muchas Katherine por ahí.
               Ella estaba preocupada porque alguien se enterara de que saldríamos juntos, así que nos pusimos de acuerdo en que al salir me esperaría en un local cerca de la oficina mientras yo me quedaría por lo menos media hora más inventando algún pretexto, así nadie sospecharía nada.
               Cuando llegue al restaurant ella estaba sentada de espaldas a la calle, mirando despreocupada los retratos que colgaban de los muros y con especial atención el de Marilyn Monroe, con un escote de similares características al que ella misma usaba en ese momento y enviando un beso a quien tomaba la fotografía, dando la impresión de que era uno el privilegiado que recibía la atención de esos labios.



               -Te demoraste Raúl
               -Sí, disculpa, es que María no encontró nada mejor que pedirme ayuda para solucionar un problema con su impresora y no tuve más remedio que acceder
               -¿María la de costos?
               -Sí, ella misma
               -Es una zorra, se hace la mosca muerta, pero se acuesta con el marido de su mejor amiga, ella misma me lo contó en la fiesta de año nuevo pasada
               -Mira tú ¿Son confidentes ustedes dos?
               -No, para nada, la verdad creo que le caigo mal
               -¿Cómo es posible que una persona le haga una confidencia de ese estilo a otra si no es su amiga?
               -Es posible eso y mucho más cuando hay alcohol de por medio- y dicho esto me regalo una sonrisa pícara mientras apagaba el cigarrillo
               -¿Prefieres que nos vayamos a otro lugar o pedimos algo de tomar?

               Decidimos pedir algo de beber y picadillos, mientras hablábamos de aquello y lo otro, tu sabes, eso de arreglar el mundo. Era la primera vez que tenía la oportunidad de conversar con Kathy sin que nadie nos interrumpiera y me costaba un mundo poder explicarle lo que por ella sentía, las cosas que me pasaban cuando estaba cerca suyo, resumiendo, tratar de ser más conquistador y no desperdiciar esta oportunidad que se me presentaba.
               Creo que ella también lo sentía de esa forma, porque a medida que iba pasando el tiempo, se ponía más fría, menos receptiva. Así que recurrí a la táctica que usan la mayoría de los galanes de cuarta categoría, el sucio pero efectivo uso del alcohol y como ya tenía el antecedente de que ella consumía, no era algo muy complejo de hacer.
Pasaba ya la media noche cuando por fin pude plantear lo que tanto quería

-Sabes Kathy, me gustas desde que te vi por primera vez, aún recuerdo mi primer día en la oficina y la forma en que nos presentaron- Ella me miro con esos grandes ojos y dubitativa quiso que le relatara como había sido porque ella no lo recordaba (es increíble lo curiosas que son las mujeres)
-Llevabas puesta una blusa con un escote similar al que llevas ahora, la blusa era roja, de un rojo intenso. Tu falda era negra, corta pero sin alcanzar a ser minifalda. Estabas sentada sobre un escritorio, conversando con el Jaime cuando nos presentaron, sonreíste y quede pegado mirando tus piernas por un tiempo más allá de lo prudente, hecho que aprovecho el Jaime para hacer un chiste de esos que siempre hace, desubicado y dejarme en vergüenza
-¿Que chiste fue ese?
-Algo sobre lo caliente que era el nuevo compañero, por mí, no lo recuerdo con exactitud en verdad, creo que habló del calentamiento global.
-Ja ja ja ja ja. Mira quién habla de caliente, si siempre que puede me dice cosas subidas de tono en la oficina. ¿Sabes, es algo tarde y creo que es mejor que nos vayamos Raúl?- Dijo esto con total seguridad, tanto que no pude llevarle la contraria
Caminamos hasta la avenida, yo derrotado por no poder llegar mas lejos con ella y ella despreocupada. Entonces sucedió algo inesperado, ella metió su mano dentro de mi chaqueta, buscando la mía. Ambas manos en el bolsillo se frotaban como si tuvieran vida propia, siendo un preámbulo de lo que pasaría en su departamento mas tarde.
Al entrar me abalancé sobre ella sin pensarlo dos veces, busqué su boca con la mía y le di el beso que desde hace tanto tiempo deseaba, mientras mis manos la recorrían sin pausas. Ella se dejó por un momento y me detuvo
-          Tontito, no te apresures, tenemos toda la noche para disfrutar, vamos con calma
Me condujo de la mano hasta su dormitorio, invitándome a ponerme cómodo mientras ella iba al baño. Al salir llevaba puesta solo su ropa interior, unos sostenes de color azul con encajes y pantaletas del mismo color.
Yo estaba recostado sobre la cama, me había quitado la camisa y llevaba puesto solo los pantalones y mi ropa interior. Ella se acerco gateando hasta quedar justo frente a mi lado y esta vez fue ella quien tomando la iniciativa me dio un acalorado beso.
Intenté acariciarla, pero se fue alejando, sin dejar de besarme. Poco a poco fue bajando, pasando sus labios por mi cuerpo, partiendo desde la boca hasta llegar a la hebilla del cinturón. Con habilidad bajó el cierre de mi pantalón y metió su mano dentro para acariciar mi pene, que ya estaba duro desde antes de entrar a su departamento. Sin perder más tiempo se apresuró en desnudarme y de rodillas frente a mí, sin dejar de mirarme fijamente, comenzó a besarme y chuparme el miembro. Su lengua bajaba y subía desde mis testículos hasta el glande, para luego meterse todo el pene en la boca subiendo y bajando su cabeza rítmicamente, de vez en cuando se detenía y besaba mi pene a todo lo largo, para volver a meterlo en su boca y continuar mamando.
-Por favor, detente, acabare en tu boca
-Eso quiero, hazlo.
Pedir que se detuviera fue provocarla, su cabeza subía y bajaba frenéticamente, con mi pene dentro de su boca hasta la mitad y su mano masturbándome con fuerza desde la base hasta chocar contra sus labios. Fue cosa de minutos para que lograra lo que deseaba, entre espasmos y con la respiración agitada me hizo acabar dentro de su boca. No dejó ni una sola gota fuera, saboreando su premio con una dedicación que no me había imaginado ni en mis mejores fantasías
-Ahora te toca a ti Raúl.
Dicho esto se puso de espaldas sobre la cama, abriendo sus piernas y mientras se acariciaba con la palma abierta por sobre las pantaletas, me pedía que la lamiera, con su voz en tono suplicante.
Decidí copiar su misma estrategia y partí besándola tiernamente sobre los labios, mis manos acariciaban su cuerpo tenso y ansioso, nuestras lenguas copulaban dentro de nuestras bocas, mientras su respiración iba en aumento y su cuerpo, sudoroso, me invitaba a recorrerlo.
Seguí bajando, besando su cuello y sus brazos, con una mano subí sus sostenes hasta el cuello para dejar campo abierto a mi lengua, sus pezones tenían la forma y rigidez de un toperol. Me gustaba el sabor de su cuerpo, dulce y salado a la vez.
Mi mano derecha sabia de lo ansiosa que estaba, su ropa interior estaba tan húmeda que se pasaba a través de la tela y ya tenia la mano mojada por sus fluidos. Bajé rápidamente con mi lengua, desde sus tetas hasta su ombligo y mientras seguía la marcha de beso en beso, con mis manos la desnudé completamente.
Antes de llegar hasta su concha, ella ya estaba gimiendo, pidiendo más y mas Me enderecé para penetrarla, pues con tanto juego tenia nuevamente una erección.
-No quiero que me lo metas aun, chúpamela, chúpamela hasta acabar- me dijo entre gemidos y quejas de placer.
Obediente retomé la tarea, comencé a pasar mi lengua por sus muslos lentamente hasta llegar a su húmeda y palpitante vagina una vez más.
Esta vez y sin hacer caso a lo que me decía, metí uno de mis dedos dentro de su coñito (como diría un español amigo mío) y continúe masajeando su clítoris con la lengua sin detenerme. Al llegarle el orgasmo, tomó una almohada y cubrió su cara, cosa que no ayudo mucho para amortiguar los gritos que daba.
Exhaustos, nos tiramos sobre la cama, aun tenía mi pene erecto, pero ella no parecía muy dispuesta a seguir.
            -¿Te parece si nos damos un baño antes de seguir? Me siento algo sucia, he quedado toda transpirada
            -Me parece bien- contesté
Una vez en la ducha, con el pretexto de jabonarnos, nos fuimos acariciando cada rincón de nuestros cuerpos, recién en ese momento pude apreciar en detalle la hermosura de su cuerpo. Ella cortó la llave del agua y mientras me secaba sentado sobre la taza del baño, se puso de rodillas frente a mí y tomando el pene entre sus manos, me lo acarició hasta ganar una erección. Acto seguido se sentó sobre mis de piernas abiertas y con la ayuda de su mano condujo el miembro hasta meterlo completamente dentro de su conchita, sus tetas quedaban a la altura exacta para poder chuparlas mientras me cabalgaba como una amazona poseída.
Con mi mano derecha busque su ano y lentamente empecé a jugar con mi dedo medio hasta lograr meterlo por completo, era posible sentir mi pene entrando y saliendo. Acabamos juntos, en un fuerte abrazo, jadeantes y exhaustos.

Hoy me recordé de Katherine por una llamada telefónica avisándome que se casa con Jaime la semana entrante, el mismo que le decía piropos obscenos en la oficina.