AMOROFOBICO

martes, 22 de febrero de 2011

VERONICA

Con Manuel somos amigos desde hace muchos años. No nos veíamos muy seguido y cada vez que nos juntábamos, nuestras conversaciones siempre derivaban en mujeres. Esa noche el se jactaba de sus conquistas y saqué a relucir una que tenia guardada desde hacia mucho tiempo y que nadie sabia, la verdad me daba algo de pudor contar algo como aquello
-¿Recuerdas a la vero?
-¿La negrita?
-Si, la negrita vero- le dije mientras prendía un cigarro
-Pero claro que si, como no recordar a esa morenaza
-Bueno, a esa minita me la comí
-Ja ja ja- Me lanzó a la cara una carcajada tan fuerte, que todo el bar se dio vuelta a mirarnos- No te creo
-Te digo la verdad
-Cuéntame y te diré si es verdad o no

            Pues bien, las cosas comenzaron por casualidad, conocerla fue una suerte nada mas. Trabajaba como administrativo en lo de los cursos de SENCE  y una alumna, una señora de unos 50 años mas o menos, muy esforzada y trabajadora, me dijo que no podría asistir a clases porque no tenia con quien dejar a su niña, pues era ciega y necesitaba de cuidados especiales por su condición.

-Ya, ya hombre, al grano!!
-No, debes escuchar la historia completa, continúo

            Me ofrecí amablemente a cuidarla mientras ella asistía a clases, no me costaba trabajo hacerme cargo de una niña, faltaba mas. Al día siguiente llegó con la niña, que resulto ser la Verónica, me había imaginado una bebita de no mas de diez años, sin embargo la chica que la acompañaba pasaba de los veinte y era bastante atractiva, de hecho lo es aun. (No entiendo esa manía de hablar de las personas como si estuvieran fallecidas después de un tiempo de no haberlas visto.)
            No me costó trabajo conversar con ella, me explicó como fue lo del accidente donde perdió la vista, un accidente bastante trágico cuando ella tenia 16 años y que aun no superaba del todo.
            Para resumir un poco, nos hicimos amigos y comencé a frecuentar su casa con la venia de su madre, que estaba feliz de que ella tuviera con quien distraerse de tanta tragedia que le venia tocando desde hace rato. La pasaba a buscar los fines de semana y hasta la presenté en casa, mi hermana se hizo también amiga de ella y no era raro para mí encontrarlas conversando en el living cuando volvía del trabajo.
            Todo bien, hasta que mi hermana me llamó a terreno diciéndome que la pobre estaba enamorada, que no jugara con ella, que yo era un mujeriego de mierda, que me conocía, que la haría sufrir y bla bla bla. Decidí cortar por lo sano y al siguiente fin de semana, sentados en una plaza que quedaba frente a su casa, le lancé a la cara lo que yo creía seria una bomba y el fin de la relación de amistad que llevábamos.

            -Vero, quiero hacerte una confesión
            -Te escucho
            -Sucede que no me gustan los compromisos, me gusta mi soltería, la disfruto a concho y he abusado hasta el hartazgo de lo que se conoce como amistad con ventaja, mis relaciones de pareja no pasan más allá de la cama.- dije esto creyendo que así me desharía de ella
            -Sabes, yo quiero un amigo con ventaja

            No sabia que decir, no esperaba esa respuesta, solo atiné a abrazarla. Me encantó que me propusiera lo de ser amantes sin compromisos y creo que inconcientemente estaba deseando eso desde hace mucho.

            -¿Sabes? aun soy virgen
            -¿En serio lo eres?
            -Claro, cuando me pasó lo del accidente, tenía un novio, pero nunca lo hicimos, yo no quería en realidad, el era demasiado cargante, así que lo único que hacía para que me dejara tranquila era masturbarlo hasta hacerlo acabar.

            La verdad, no me agradaba mucho la idea de que perdiera su virginidad conmigo, ya desde entonces sentía predilección por las chicas con experiencia, eso de enseñar cosas ya no es lo mío...

-¿Recuerdas el cumpleaños del Rodrigo?
-¿Cuál de todos?
-Ese donde el Víctor bailó con una peluca un tema de la Paulina Rubio
-Ha, si lo recuerdo
-Bueno, eso fue un sábado y no pude negarme a ir a la fiesta de cumpleaños porque somos casi hermanos
-¿Pero que pasó con la negrita?
-Calma, te estoy explicando

            Quedamos de juntarnos a las doce del día siguiente. Le di a elegir entre ir a un motel o usar la oficina de un amigo, ella prefirió lo segundo. La noche anterior a la cita fue lo del cumpleaños del Rodrigo y no pude retirarme hasta pasadas las siete de la mañana, así que imagínate como andaba, había dormido poco mas de tres horas y el efecto del alcohol aun no desaparecía del todo.
            Llamé a su casa antes de salir y me contestó su madre. Ella ya sabia que saldríamos juntos, me dijo que estaba dándose una ducha y que estaría lista para cuando la pasara a buscar. Entonces me la imaginé en la ducha, bajo el chorro de agua tibia, jabonándose las tetas con ambas manos, pensando en como seria nuestro encuentro de esa tarde. Ese pensamiento bastó para reaccionar un poco de la borrachera y apurar el paso para no hacerla esperar, como decía Carlitos el gurú “A las mujeres no hay que hacerlas esperar, hay que dejarlas esperando”.
            Llegué a su casa faltando diez minutos para las doce, ella ya me esperaba. Vestía jeans ajustados y una polera bien escotada que dejaba su ombligo a la vista. Para no perder tiempo decidí tomar un taxi hasta el lugar del encuentro.

-¿Y que pasó? Al  grano por favor que me tienes ansioso

Entramos a las oficinas y la conduje de la mano hasta la sala de reuniones, había un sillón de cuero negro, grande y mullido que estaba pintado para nuestro encuentro. Tomamos asiento uno al lado de otro y sin mediar palabra alguna nos dimos un largo y acalorado beso. Puse mis manos en su cintura, acariciando de cuando en cuando su guatita mientras seguíamos besándonos. Los besos fueron aumentando de intensidad, nuestras lenguas se buscaban y retorcían como si fueran dos enormes  pitones en una lucha sin tregua, mientras mis manos ganaban terreno y exploraban lentamente su hermoso cuerpo. Puse mi mano derecha sobre uno de sus senos y bajé su polera para poder chuparla a gusto.
Su corazón latía con fuerza, mismo ritmo de su respiración, hecho que me alentó a pedirle que me lo chupara, como sabia que la respuesta seria un no porque me había contado que le daba algo de asco lo del sexo oral, le dije que había pensado en una forma para que no le pareciera tan desagradable.
Saqué de mi mochila un yogurt y se lo entregué, mientras lo habría, me puse de pie justo frente a ella, bajé mis pantalones y la ropa interior, tomé su mano poniéndola sobre mi pene, indicándole que me bañara el miembro con el yogurt para luego comerlo. Ella accedió entre risas y cuando tuvo mi pene bañado entre sus manos, comenzó a pasar su lengua sacando lentamente el yogurt, el juego pareció gustarle, porque al cabo de un par de minutos el yogurt ya se había acabado y ella me lo chupaba como toda una maestra, metiendo todo el miembro dentro de su boca mientras su cabeza subía y bajaba, con un movimiento rítmico constante. Mientras ella hacia lo suyo, yo la tenia desnuda de la cintura hacia arriba, había quitado de un solo tirón su polera y el brazier, dejando a la vista su generosa delantera para poder acariciarla a gusto.
Así estuvimos un rato hasta detenerla por miedo a que me hiciera acabar antes de tiempo, lo mamaba extraordinariamente bien. La puse de pie y ayude a terminar de desnudarse, ella me dijo que estaba algo nerviosa, pero que no quería detenerse por nada del mundo. La invité a sentarse y de rodillas frente a ella, abrí sus piernas para poder practicarle sexo oral, ya tenía la conchita húmeda cuando puse mi lengua en ella.
Comencé lentamente a pasar mi lengua por su vagina, sus manos me acariciaban el cabello mientras las mías se deshacían en caricias por todo su cuerpo, prestando mayor interés por esas hermosas tetas. Entregada a mis deseos se recostó de lado sobre el sillón, dejando una pierna apoyada en el suelo, yo levanté la otra para seguir estimulándola con mi lengua. Comenzó a respirar con dificultad, era claro que tenía un orgasmo, para aumentar más su placer  hice uso de mis manos y mientras acariciaba su conchita, subí besando desde la parte interna de sus muslos hasta llegar a sus labios llegando justo en el momento en que ella explotaba de placer.
Nos recostamos sobre el sillón, abrazados, diciéndonos palabras entre calientes y cariñosas. La sensación de su piel canela rozando contra la mía es indescriptible, aun hoy nunca más he tenido a una mujer con una piel de esas características. Ansioso por más  me incorporé en el sofá  de rodillas frente a ella, puse sus piernas sobre mis hombros, tomé el condón que ella tanto había pedido que usara y cubrí mi pene con él. Mientras lo hacía le pedí que se untara los dedos con saliva para luego ponerla sobre su vagina ayudando así a que la penetración fuera más fácil, la verdad eso no serviría de mucho en la práctica, pero psicológicamente le serviría para enfrentar mejor la situación.
Con mi mano derecha envolví mi pene desde la base, dejando fuera poco menos de la mitad, me acerqué echando mi cuerpo hacia delante y comencé a rozar con el glande su palpitante vagina por encima, como si fuera una silla mecedora. Ella mientras tanto acariciaba mis piernas con sus delicadas manos, echando su cara hacia un lado para que yo no viera sus gestos al penetrarla. Empujé un poco más, metiendo la cabecita del miembro dentro de ella, hubo un quejido tímido por parte de ella como respuesta, pero lo dejé dentro sin retirarlo ni meterlo más. Con mi mano libre acariciaba sus tetas, poniendo especial cuidado en sus pezones, tomándolos entre mis dedos y jalándolos de cuando en vez, pero con suavidad.
Saqué mi mano derecha de mi pene, que había servido como freno y empujé con fuerza hasta meterlo completamente, el grito que dio la verito se debió de haber escuchado a dos cuadras a la redonda por lo menos. Aunque ella estaba tan excitada como yo, no me fue tan sencillo poder metérselo, tenía las paredes de su vagina demasiado rígidas.
A pesar de su cara de dolor seguí moviéndome, metiendo y sacando el miembro. Lo hacía por un par de minutos, para luego detenerme y taparla a besos, sin sacarlo de dentro de ella en ningún momento. De a poco ella fue soportando el dolor de la penetración, acostumbrándose a él para participar de la copula.
Sin sacar mi pene de su vagina la tomé de los brazos y la jalé hacia mí, ella me rodeó por la espalda con sus piernas. Así, abrazados, comenzó a saltar sobre mi aumentando la rapidez de su cabalgata a cada minuto. Sus fluidos eran tan abundantes que cada vez que mi pene entraba y salía de su concha, se producía un sonido similar al que hacemos cuando pisamos una posa de agua. Sin dejar esa postura le llegó el orgasmo, aún más intenso que el primero, tirándome del pelo y pidiéndome que hiciera lo mismo con ella. La liberé de mi abrazo e incorporándome, me puse de pie para que me lo chupara nuevamente, ella se sentó en el sofá y retirando el condón de mi pene, lo metió en su boca una vez más, mientras me acariciaba los testículos con sus manos.
Acabé sobre ella, chorreando su cara y sus tetas con un chorro de semen.

-¿Y qué pasó después?
-La conduje hasta el baño para que se aseara un poco y vistiera
-Es difícil de creer que hayas desvirgado a la Verito
-Si yo tampoco me lo creo, pero es así.
-¿Y cuantas veces más lo hicieron?
-Esa fue la única vez, después de eso comenzó a llamarme a diario y pedirme con llantos que fuéramos más que solo amigos.
-¿Pero no habían quedado en ser solo amigos con ventaja?
-Parece que no era la idea de ella desde el principio
-Ni la tuya tampoco por lo visto
-No lo jures, el subconsciente es poderoso

miércoles, 16 de febrero de 2011

KATHERINE ELIZABETH

               Estuve insistiendo por meses para poder concretar una cita con Katherine y para lograrlo tuve que darme maña, hacer uso de mis mejores trucos, siempre buscando la forma de sorprenderla. La competencia en la oficina por conquistarla era notoria y no es que fuera una mujer con encantos sobrenaturales ni nada por el estilo, sencillamente generaba una atracción en los hombres difícil de describir. Me pasaba que cuando estaba cerca suyo no podía dejar de imaginármela como la protagonista de mis fantasías sexuales, provocando que todos y cada uno de mis actos frente a ella fueran los de un estúpido.
               ¿Por qué los hombres nos ponemos así cuando estamos frente a una mujer que nos atrae y que genera cierto nivel de excitación en nosotros? Una vez leí una teoría al respecto que analiza esta situación desde un punto de vista biológico. El cerebro humano cuando deja de percibir la cantidad necesaria de oxigeno comienza a funcionar a menor capacidad, si sabemos que cuando estamos excitados una gran cantidad de sangre se hospeda en los vasos sanguíneos del pene y que es la sangre la encargada de enviar dicho oxigeno hacia el cerebro, tenemos la respuesta a nuestro enigma.
               Puede que pienses que me pasa lo mismo con todas y cada una de las mujeres con las que me cruzo por la vida, y entiendo que pienses de esa forma de alguien que escribe historias de encuentros eróticos en un blog, pero la realidad es otra, Katherine era especial, tenía una sensualidad a flor de piel, su cuerpo, sus gestos, todo en ella era invitación a la lujuria , por lo menos para mí y palabra de boy scout que no me sucede esto con mucha frecuencia, no hay muchas Katherine por ahí.
               Ella estaba preocupada porque alguien se enterara de que saldríamos juntos, así que nos pusimos de acuerdo en que al salir me esperaría en un local cerca de la oficina mientras yo me quedaría por lo menos media hora más inventando algún pretexto, así nadie sospecharía nada.
               Cuando llegue al restaurant ella estaba sentada de espaldas a la calle, mirando despreocupada los retratos que colgaban de los muros y con especial atención el de Marilyn Monroe, con un escote de similares características al que ella misma usaba en ese momento y enviando un beso a quien tomaba la fotografía, dando la impresión de que era uno el privilegiado que recibía la atención de esos labios.



               -Te demoraste Raúl
               -Sí, disculpa, es que María no encontró nada mejor que pedirme ayuda para solucionar un problema con su impresora y no tuve más remedio que acceder
               -¿María la de costos?
               -Sí, ella misma
               -Es una zorra, se hace la mosca muerta, pero se acuesta con el marido de su mejor amiga, ella misma me lo contó en la fiesta de año nuevo pasada
               -Mira tú ¿Son confidentes ustedes dos?
               -No, para nada, la verdad creo que le caigo mal
               -¿Cómo es posible que una persona le haga una confidencia de ese estilo a otra si no es su amiga?
               -Es posible eso y mucho más cuando hay alcohol de por medio- y dicho esto me regalo una sonrisa pícara mientras apagaba el cigarrillo
               -¿Prefieres que nos vayamos a otro lugar o pedimos algo de tomar?

               Decidimos pedir algo de beber y picadillos, mientras hablábamos de aquello y lo otro, tu sabes, eso de arreglar el mundo. Era la primera vez que tenía la oportunidad de conversar con Kathy sin que nadie nos interrumpiera y me costaba un mundo poder explicarle lo que por ella sentía, las cosas que me pasaban cuando estaba cerca suyo, resumiendo, tratar de ser más conquistador y no desperdiciar esta oportunidad que se me presentaba.
               Creo que ella también lo sentía de esa forma, porque a medida que iba pasando el tiempo, se ponía más fría, menos receptiva. Así que recurrí a la táctica que usan la mayoría de los galanes de cuarta categoría, el sucio pero efectivo uso del alcohol y como ya tenía el antecedente de que ella consumía, no era algo muy complejo de hacer.
Pasaba ya la media noche cuando por fin pude plantear lo que tanto quería

-Sabes Kathy, me gustas desde que te vi por primera vez, aún recuerdo mi primer día en la oficina y la forma en que nos presentaron- Ella me miro con esos grandes ojos y dubitativa quiso que le relatara como había sido porque ella no lo recordaba (es increíble lo curiosas que son las mujeres)
-Llevabas puesta una blusa con un escote similar al que llevas ahora, la blusa era roja, de un rojo intenso. Tu falda era negra, corta pero sin alcanzar a ser minifalda. Estabas sentada sobre un escritorio, conversando con el Jaime cuando nos presentaron, sonreíste y quede pegado mirando tus piernas por un tiempo más allá de lo prudente, hecho que aprovecho el Jaime para hacer un chiste de esos que siempre hace, desubicado y dejarme en vergüenza
-¿Que chiste fue ese?
-Algo sobre lo caliente que era el nuevo compañero, por mí, no lo recuerdo con exactitud en verdad, creo que habló del calentamiento global.
-Ja ja ja ja ja. Mira quién habla de caliente, si siempre que puede me dice cosas subidas de tono en la oficina. ¿Sabes, es algo tarde y creo que es mejor que nos vayamos Raúl?- Dijo esto con total seguridad, tanto que no pude llevarle la contraria
Caminamos hasta la avenida, yo derrotado por no poder llegar mas lejos con ella y ella despreocupada. Entonces sucedió algo inesperado, ella metió su mano dentro de mi chaqueta, buscando la mía. Ambas manos en el bolsillo se frotaban como si tuvieran vida propia, siendo un preámbulo de lo que pasaría en su departamento mas tarde.
Al entrar me abalancé sobre ella sin pensarlo dos veces, busqué su boca con la mía y le di el beso que desde hace tanto tiempo deseaba, mientras mis manos la recorrían sin pausas. Ella se dejó por un momento y me detuvo
-          Tontito, no te apresures, tenemos toda la noche para disfrutar, vamos con calma
Me condujo de la mano hasta su dormitorio, invitándome a ponerme cómodo mientras ella iba al baño. Al salir llevaba puesta solo su ropa interior, unos sostenes de color azul con encajes y pantaletas del mismo color.
Yo estaba recostado sobre la cama, me había quitado la camisa y llevaba puesto solo los pantalones y mi ropa interior. Ella se acerco gateando hasta quedar justo frente a mi lado y esta vez fue ella quien tomando la iniciativa me dio un acalorado beso.
Intenté acariciarla, pero se fue alejando, sin dejar de besarme. Poco a poco fue bajando, pasando sus labios por mi cuerpo, partiendo desde la boca hasta llegar a la hebilla del cinturón. Con habilidad bajó el cierre de mi pantalón y metió su mano dentro para acariciar mi pene, que ya estaba duro desde antes de entrar a su departamento. Sin perder más tiempo se apresuró en desnudarme y de rodillas frente a mí, sin dejar de mirarme fijamente, comenzó a besarme y chuparme el miembro. Su lengua bajaba y subía desde mis testículos hasta el glande, para luego meterse todo el pene en la boca subiendo y bajando su cabeza rítmicamente, de vez en cuando se detenía y besaba mi pene a todo lo largo, para volver a meterlo en su boca y continuar mamando.
-Por favor, detente, acabare en tu boca
-Eso quiero, hazlo.
Pedir que se detuviera fue provocarla, su cabeza subía y bajaba frenéticamente, con mi pene dentro de su boca hasta la mitad y su mano masturbándome con fuerza desde la base hasta chocar contra sus labios. Fue cosa de minutos para que lograra lo que deseaba, entre espasmos y con la respiración agitada me hizo acabar dentro de su boca. No dejó ni una sola gota fuera, saboreando su premio con una dedicación que no me había imaginado ni en mis mejores fantasías
-Ahora te toca a ti Raúl.
Dicho esto se puso de espaldas sobre la cama, abriendo sus piernas y mientras se acariciaba con la palma abierta por sobre las pantaletas, me pedía que la lamiera, con su voz en tono suplicante.
Decidí copiar su misma estrategia y partí besándola tiernamente sobre los labios, mis manos acariciaban su cuerpo tenso y ansioso, nuestras lenguas copulaban dentro de nuestras bocas, mientras su respiración iba en aumento y su cuerpo, sudoroso, me invitaba a recorrerlo.
Seguí bajando, besando su cuello y sus brazos, con una mano subí sus sostenes hasta el cuello para dejar campo abierto a mi lengua, sus pezones tenían la forma y rigidez de un toperol. Me gustaba el sabor de su cuerpo, dulce y salado a la vez.
Mi mano derecha sabia de lo ansiosa que estaba, su ropa interior estaba tan húmeda que se pasaba a través de la tela y ya tenia la mano mojada por sus fluidos. Bajé rápidamente con mi lengua, desde sus tetas hasta su ombligo y mientras seguía la marcha de beso en beso, con mis manos la desnudé completamente.
Antes de llegar hasta su concha, ella ya estaba gimiendo, pidiendo más y mas Me enderecé para penetrarla, pues con tanto juego tenia nuevamente una erección.
-No quiero que me lo metas aun, chúpamela, chúpamela hasta acabar- me dijo entre gemidos y quejas de placer.
Obediente retomé la tarea, comencé a pasar mi lengua por sus muslos lentamente hasta llegar a su húmeda y palpitante vagina una vez más.
Esta vez y sin hacer caso a lo que me decía, metí uno de mis dedos dentro de su coñito (como diría un español amigo mío) y continúe masajeando su clítoris con la lengua sin detenerme. Al llegarle el orgasmo, tomó una almohada y cubrió su cara, cosa que no ayudo mucho para amortiguar los gritos que daba.
Exhaustos, nos tiramos sobre la cama, aun tenía mi pene erecto, pero ella no parecía muy dispuesta a seguir.
            -¿Te parece si nos damos un baño antes de seguir? Me siento algo sucia, he quedado toda transpirada
            -Me parece bien- contesté
Una vez en la ducha, con el pretexto de jabonarnos, nos fuimos acariciando cada rincón de nuestros cuerpos, recién en ese momento pude apreciar en detalle la hermosura de su cuerpo. Ella cortó la llave del agua y mientras me secaba sentado sobre la taza del baño, se puso de rodillas frente a mí y tomando el pene entre sus manos, me lo acarició hasta ganar una erección. Acto seguido se sentó sobre mis de piernas abiertas y con la ayuda de su mano condujo el miembro hasta meterlo completamente dentro de su conchita, sus tetas quedaban a la altura exacta para poder chuparlas mientras me cabalgaba como una amazona poseída.
Con mi mano derecha busque su ano y lentamente empecé a jugar con mi dedo medio hasta lograr meterlo por completo, era posible sentir mi pene entrando y saliendo. Acabamos juntos, en un fuerte abrazo, jadeantes y exhaustos.

Hoy me recordé de Katherine por una llamada telefónica avisándome que se casa con Jaime la semana entrante, el mismo que le decía piropos obscenos en la oficina.