Con Manuel somos amigos desde hace muchos años. No nos veíamos muy seguido y cada vez que nos juntábamos, nuestras conversaciones siempre derivaban en mujeres. Esa noche el se jactaba de sus conquistas y saqué a relucir una que tenia guardada desde hacia mucho tiempo y que nadie sabia, la verdad me daba algo de pudor contar algo como aquello
-¿Recuerdas a la vero?
-¿La negrita?
-Si, la negrita vero- le dije mientras prendía un cigarro
-Pero claro que si, como no recordar a esa morenaza
-Bueno, a esa minita me la comí
-Ja ja ja- Me lanzó a la cara una carcajada tan fuerte, que todo el bar se dio vuelta a mirarnos- No te creo
-Te digo la verdad
-Cuéntame y te diré si es verdad o no
Pues bien, las cosas comenzaron por casualidad, conocerla fue una suerte nada mas. Trabajaba como administrativo en lo de los cursos de SENCE y una alumna, una señora de unos 50 años mas o menos, muy esforzada y trabajadora, me dijo que no podría asistir a clases porque no tenia con quien dejar a su niña, pues era ciega y necesitaba de cuidados especiales por su condición.
-Ya, ya hombre, al grano!!
-No, debes escuchar la historia completa, continúo
Me ofrecí amablemente a cuidarla mientras ella asistía a clases, no me costaba trabajo hacerme cargo de una niña, faltaba mas. Al día siguiente llegó con la niña, que resulto ser la Verónica , me había imaginado una bebita de no mas de diez años, sin embargo la chica que la acompañaba pasaba de los veinte y era bastante atractiva, de hecho lo es aun. (No entiendo esa manía de hablar de las personas como si estuvieran fallecidas después de un tiempo de no haberlas visto.)
No me costó trabajo conversar con ella, me explicó como fue lo del accidente donde perdió la vista, un accidente bastante trágico cuando ella tenia 16 años y que aun no superaba del todo.
Para resumir un poco, nos hicimos amigos y comencé a frecuentar su casa con la venia de su madre, que estaba feliz de que ella tuviera con quien distraerse de tanta tragedia que le venia tocando desde hace rato. La pasaba a buscar los fines de semana y hasta la presenté en casa, mi hermana se hizo también amiga de ella y no era raro para mí encontrarlas conversando en el living cuando volvía del trabajo.
Todo bien, hasta que mi hermana me llamó a terreno diciéndome que la pobre estaba enamorada, que no jugara con ella, que yo era un mujeriego de mierda, que me conocía, que la haría sufrir y bla bla bla. Decidí cortar por lo sano y al siguiente fin de semana, sentados en una plaza que quedaba frente a su casa, le lancé a la cara lo que yo creía seria una bomba y el fin de la relación de amistad que llevábamos.
-Vero, quiero hacerte una confesión
-Te escucho
-Sucede que no me gustan los compromisos, me gusta mi soltería, la disfruto a concho y he abusado hasta el hartazgo de lo que se conoce como amistad con ventaja, mis relaciones de pareja no pasan más allá de la cama.- dije esto creyendo que así me desharía de ella
-Sabes, yo quiero un amigo con ventaja
No sabia que decir, no esperaba esa respuesta, solo atiné a abrazarla. Me encantó que me propusiera lo de ser amantes sin compromisos y creo que inconcientemente estaba deseando eso desde hace mucho.
-¿Sabes? aun soy virgen
-¿En serio lo eres?
-Claro, cuando me pasó lo del accidente, tenía un novio, pero nunca lo hicimos, yo no quería en realidad, el era demasiado cargante, así que lo único que hacía para que me dejara tranquila era masturbarlo hasta hacerlo acabar.
La verdad, no me agradaba mucho la idea de que perdiera su virginidad conmigo, ya desde entonces sentía predilección por las chicas con experiencia, eso de enseñar cosas ya no es lo mío...
-¿Recuerdas el cumpleaños del Rodrigo?
-¿Cuál de todos?
-Ese donde el Víctor bailó con una peluca un tema de la Paulina Rubio
-Ha, si lo recuerdo
-Bueno, eso fue un sábado y no pude negarme a ir a la fiesta de cumpleaños porque somos casi hermanos
-¿Pero que pasó con la negrita?
-Calma, te estoy explicando
Quedamos de juntarnos a las doce del día siguiente. Le di a elegir entre ir a un motel o usar la oficina de un amigo, ella prefirió lo segundo. La noche anterior a la cita fue lo del cumpleaños del Rodrigo y no pude retirarme hasta pasadas las siete de la mañana, así que imagínate como andaba, había dormido poco mas de tres horas y el efecto del alcohol aun no desaparecía del todo.
Llamé a su casa antes de salir y me contestó su madre. Ella ya sabia que saldríamos juntos, me dijo que estaba dándose una ducha y que estaría lista para cuando la pasara a buscar. Entonces me la imaginé en la ducha, bajo el chorro de agua tibia, jabonándose las tetas con ambas manos, pensando en como seria nuestro encuentro de esa tarde. Ese pensamiento bastó para reaccionar un poco de la borrachera y apurar el paso para no hacerla esperar, como decía Carlitos el gurú “A las mujeres no hay que hacerlas esperar, hay que dejarlas esperando”.
Llegué a su casa faltando diez minutos para las doce, ella ya me esperaba. Vestía jeans ajustados y una polera bien escotada que dejaba su ombligo a la vista. Para no perder tiempo decidí tomar un taxi hasta el lugar del encuentro.
-¿Y que pasó? Al grano por favor que me tienes ansioso
Entramos a las oficinas y la conduje de la mano hasta la sala de reuniones, había un sillón de cuero negro, grande y mullido que estaba pintado para nuestro encuentro. Tomamos asiento uno al lado de otro y sin mediar palabra alguna nos dimos un largo y acalorado beso. Puse mis manos en su cintura, acariciando de cuando en cuando su guatita mientras seguíamos besándonos. Los besos fueron aumentando de intensidad, nuestras lenguas se buscaban y retorcían como si fueran dos enormes pitones en una lucha sin tregua, mientras mis manos ganaban terreno y exploraban lentamente su hermoso cuerpo. Puse mi mano derecha sobre uno de sus senos y bajé su polera para poder chuparla a gusto.
Su corazón latía con fuerza, mismo ritmo de su respiración, hecho que me alentó a pedirle que me lo chupara, como sabia que la respuesta seria un no porque me había contado que le daba algo de asco lo del sexo oral, le dije que había pensado en una forma para que no le pareciera tan desagradable.
Saqué de mi mochila un yogurt y se lo entregué, mientras lo habría, me puse de pie justo frente a ella, bajé mis pantalones y la ropa interior, tomé su mano poniéndola sobre mi pene, indicándole que me bañara el miembro con el yogurt para luego comerlo. Ella accedió entre risas y cuando tuvo mi pene bañado entre sus manos, comenzó a pasar su lengua sacando lentamente el yogurt, el juego pareció gustarle, porque al cabo de un par de minutos el yogurt ya se había acabado y ella me lo chupaba como toda una maestra, metiendo todo el miembro dentro de su boca mientras su cabeza subía y bajaba, con un movimiento rítmico constante. Mientras ella hacia lo suyo, yo la tenia desnuda de la cintura hacia arriba, había quitado de un solo tirón su polera y el brazier, dejando a la vista su generosa delantera para poder acariciarla a gusto.
Así estuvimos un rato hasta detenerla por miedo a que me hiciera acabar antes de tiempo, lo mamaba extraordinariamente bien. La puse de pie y ayude a terminar de desnudarse, ella me dijo que estaba algo nerviosa, pero que no quería detenerse por nada del mundo. La invité a sentarse y de rodillas frente a ella, abrí sus piernas para poder practicarle sexo oral, ya tenía la conchita húmeda cuando puse mi lengua en ella.
Comencé lentamente a pasar mi lengua por su vagina, sus manos me acariciaban el cabello mientras las mías se deshacían en caricias por todo su cuerpo, prestando mayor interés por esas hermosas tetas. Entregada a mis deseos se recostó de lado sobre el sillón, dejando una pierna apoyada en el suelo, yo levanté la otra para seguir estimulándola con mi lengua. Comenzó a respirar con dificultad, era claro que tenía un orgasmo, para aumentar más su placer hice uso de mis manos y mientras acariciaba su conchita, subí besando desde la parte interna de sus muslos hasta llegar a sus labios llegando justo en el momento en que ella explotaba de placer.
Nos recostamos sobre el sillón, abrazados, diciéndonos palabras entre calientes y cariñosas. La sensación de su piel canela rozando contra la mía es indescriptible, aun hoy nunca más he tenido a una mujer con una piel de esas características. Ansioso por más me incorporé en el sofá de rodillas frente a ella, puse sus piernas sobre mis hombros, tomé el condón que ella tanto había pedido que usara y cubrí mi pene con él. Mientras lo hacía le pedí que se untara los dedos con saliva para luego ponerla sobre su vagina ayudando así a que la penetración fuera más fácil, la verdad eso no serviría de mucho en la práctica, pero psicológicamente le serviría para enfrentar mejor la situación.
Con mi mano derecha envolví mi pene desde la base, dejando fuera poco menos de la mitad, me acerqué echando mi cuerpo hacia delante y comencé a rozar con el glande su palpitante vagina por encima, como si fuera una silla mecedora. Ella mientras tanto acariciaba mis piernas con sus delicadas manos, echando su cara hacia un lado para que yo no viera sus gestos al penetrarla. Empujé un poco más, metiendo la cabecita del miembro dentro de ella, hubo un quejido tímido por parte de ella como respuesta, pero lo dejé dentro sin retirarlo ni meterlo más. Con mi mano libre acariciaba sus tetas, poniendo especial cuidado en sus pezones, tomándolos entre mis dedos y jalándolos de cuando en vez, pero con suavidad.
Saqué mi mano derecha de mi pene, que había servido como freno y empujé con fuerza hasta meterlo completamente, el grito que dio la verito se debió de haber escuchado a dos cuadras a la redonda por lo menos. Aunque ella estaba tan excitada como yo, no me fue tan sencillo poder metérselo, tenía las paredes de su vagina demasiado rígidas.
A pesar de su cara de dolor seguí moviéndome, metiendo y sacando el miembro. Lo hacía por un par de minutos, para luego detenerme y taparla a besos, sin sacarlo de dentro de ella en ningún momento. De a poco ella fue soportando el dolor de la penetración, acostumbrándose a él para participar de la copula.
Sin sacar mi pene de su vagina la tomé de los brazos y la jalé hacia mí, ella me rodeó por la espalda con sus piernas. Así, abrazados, comenzó a saltar sobre mi aumentando la rapidez de su cabalgata a cada minuto. Sus fluidos eran tan abundantes que cada vez que mi pene entraba y salía de su concha, se producía un sonido similar al que hacemos cuando pisamos una posa de agua. Sin dejar esa postura le llegó el orgasmo, aún más intenso que el primero, tirándome del pelo y pidiéndome que hiciera lo mismo con ella. La liberé de mi abrazo e incorporándome, me puse de pie para que me lo chupara nuevamente, ella se sentó en el sofá y retirando el condón de mi pene, lo metió en su boca una vez más, mientras me acariciaba los testículos con sus manos.
Acabé sobre ella, chorreando su cara y sus tetas con un chorro de semen.
-¿Y qué pasó después?
-La conduje hasta el baño para que se aseara un poco y vistiera
-Es difícil de creer que hayas desvirgado a la Verito
-Si yo tampoco me lo creo, pero es así.
-¿Y cuantas veces más lo hicieron?
-Esa fue la única vez, después de eso comenzó a llamarme a diario y pedirme con llantos que fuéramos más que solo amigos.
-¿Pero no habían quedado en ser solo amigos con ventaja?
-Parece que no era la idea de ella desde el principio
-Ni la tuya tampoco por lo visto
-No lo jures, el subconsciente es poderoso